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R4ml
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Publicado: Dom Oct 18, 2009 2:53 pm T�tulo del mensaje: La leyenda de Zelda: La unficaci�n de Hyrule por Mr Hoskar |
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LA LEYENDA DE ZELDA
La unificaci�n de Hyrule
Pr�logo
Era un sitio caluroso, pero la abundante cantidad de alimento que hab�an encontrado dentro de una caverna, les acab� de convencer por asentarse en ese sitio. Con el tiempo fueron adapt�ndose al calor que el volc�n, que amistosamente les hab�a recibido, generaba. Su piel se hizo resistente y pod�an soportar temperaturas que no cualquiera soportar�a.
La estancia en el lugar les otorg� importante informaci�n sobre los lugares peligrosos; donde deb�an y donde no deb�an estar, y en que momento podr�an estar. El dif�cil ascenso por el volc�n tambi�n les favoreci�; muy poca gente se atrev�a a subir, y los que se atrev�an eran f�cilmente espantados por la inestabilidad de la monta�a. El paso del tiempo y la misma naturaleza les otorg� la soberan�a sobre lo que era conocido por todos en Hyrule como �La monta�a de la muerte�.
Los Gorons, eran seres de aspecto algo agresivo, con un cuerpo grande y musculoso ostentaban una fuerza bruta que a cualquiera asustar�a y como ropa no usaban m�s que un peque�o taparrabos dejando a la vista de todos su musculatura, su cabeza era redonda al igual que sus oscuros ojos, su boca era gigantesca y dejaba salir una voz grave y rasposa; el color de su piel muchas veces provocaba que fuesen confundidos con rocas e ignorados por los osados aventureros que se atrev�an a investigar el pie de la temida monta�a. Sol�an pasar las tardes enrrollados en alg�n sitio de la monta�a y de vez en vez se levantaban del suelo donde reposaban para asustar a alg�n viajero, que entre gritos y llantos corr�a de regreso y contaba a los del pueblo que las rocas de la monta�a ten�an vida propia e incluso algunos m�s osados comentaban que una de ellas les hab�a intentado asesinar y �l, valerosamente, le hab�a enfrentado, logrando apenas huir despu�s de una sangrienta batalla. �sto a los Gorons poco les importaba, y por lo dem�s, casi ni se enteraban de lo que acontec�a m�s all� de sus dominios. De todas formas los visitantes extra�os no le agradaban. Les gustaba mantenerlos lo m�s lejos posible de la ciudad que hab�an construido en alg�n lugar dentro de la monta�a, y tambi�n de la Caverna Dodongo, lugar donde hallaban las tan preciadas y sabrosas rocas dodongo. No soportar�an por ning�n motivo que alg�n extra�o les viniese a quitar su caverna.
Es por �sto que Darmuni, el jefe de la tribu Goron, se mostraba inquieto, ya que las visitas de los osados aventureros hab�an aumentado en los �ltimos tiempos. Tras siglos enteros de vivir en paz en aquel hostil volc�n comenzaban a oirse los rumores sobre invasores, de gente que les robar�a su territorio, rumores que viajaban en forma de alerta sobre los o�dos de los nerviosos Gorons. Hab�an gobernado durante muchos a�os en la Monta�a de la Muerte, y m�s que internas disputas que eran resueltas en duelos de cuerpo a cuerpo al estilo Goron, no ten�an m�s experiencia en batallas. S�lo una antigua leyenda de una batalla contra un drag�n llamado Volvagia, que hab�a sido librada al inicio de los tiempos por el h�roe de los Gorons y este temible drag�n. Pero nadie sab�a donde estaba ese h�roe o si realmente existi�. Despu�s de todo era una leyenda que se contaba de generaci�n en generaci�n, y no hab�a goron en vida que pudiese asegurar su certeza.
El pueblo estaba inquieto, la ciudad Goron ya no era lo mismo que antes, poco a poco el ambiente se tens�, y los Gorons optaron por salir de su apacible ciudad para algo m�s que tomar el Sol. El hostigamiento de los hombres aventureros continuaba en aumento, y parec�a que cada vez m�s los gorons perd�an el poder de atemorizarlos.
Ya no bastar�a con s�lo repentinos sustos y gritos para proteger sus tierras, las armas de los hombres que se adentraban en sus dominios les obligaba a algo m�s. Estaba comenzando la era en que los gorons aprender�an a luchar, defender�an lo que el tiempo y las diosas les hab�an otorgado. Estaban dispuestos a mostrar lo m�s desagradable de su car�cter, no se dejar�an pasar a llevar por unos aventureros que se cre�an valientes. Comenzaron las guardias goron, ya no espantar�an por diversi�n, ahora luchar�an. Lo que no sab�an era que �ste era el primer paso para lo que ser�a la guerra por la unificaci�n de Hyrule. |
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R4ml
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Publicado: Jue Oct 22, 2009 5:36 pm T�tulo del mensaje: |
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Cap�tulo I
Leoni Jomaran, soldado de Hyrule, descansaba despu�s de una larga jornada de trabajo en la vieja taberna de la ciudadela bajo la sombra de la construcci�n del nuevo e imponente castillo de Hyrule. El rey era ambicioso y quer�a que su castillo fuera visto desde lo alto de la Monta�a de la Muerte hasta el lejano desierto, tambi�n entre las sombras del bosque del sur y en la inmensa cascada del sureste. Su abrigo recorrer�a todo el r�o que atravesaba por los campos de Hyrule hasta su desembocadura en el Lago Hylia. Nadie le podr�a ignorar y su sombra demarcar�a lo que ser�a su dominio.
Los martillazos y gritos de los constructores que trabajaban hasta el anochecer se escuchaban con fuerza entre los chistes, las risas, las historias y vasos quebrados que invad�an fuertemente la taberna. Leoni se encontraba sentado en una mesa con su vaso en la mano, escuchando lo que sus colegas y amigos de hace a�os le conversaban. Entre carcajadas y golpe�ndole amistosamente el hombro uno que estaba a su lado le invita a contar una de sus aventuras.
-No, nada nuevo me ha pasado esta semana, ya saben como es esto de vigilar la construcci�n del nuevo castillo, no hay mucha acci�n que ver � dijo entre bostezos Leoni.
Uno que estaba hasta el otro lado de la mesa, corpulento y de una voz grave, se pone de pie y comienza a relatar.
-�Qu� aburrido ha de ser tu trabajo mi amigo!, lo que es yo, el d�a se me pasa volando, con esto de los bandidos que vienen del oeste, desde el otro lado del valle, �si! esos Gerudos, que se han cre�do, venir a robarnos a nuestras propias tierras. Las diosas nos han bendecido. Esta tierra es y ser� por siempre nuestra. �OH! �Si!, nosotros los Hylians merecemos el dominio de todo el reino, y yo vivir� para ver �sto.
As� continu� regocij�ndose en su ego y maldiciendo a aquellos que se atrevieran a cruzar las fronteras del reino, argument�ndose en bendiciones divinas de las diosas; hasta que uno que se apoyaba en la barra, no tan musculoso pero evidentemente m�s inteligente, volte� y le dijo con voz serena.
�Rel�jate Rhondel, no hay nada que nos otorgue el control absoluto sobre estas tierras, no existe bendici�n divina alguna; esas antiguas leyendas sobre la Trifuerza de nada nos servir�n si las gerudos se deciden a atacarnos, no nos ayudar�n a vencer a esas bestias de la Monta�a, y muchos menos encontraremos la ciudad que tienen oculta esos Zoras, porque estoy seguro que se ocultan de nosotros. Son s�lo nuestras armas las que nos abrir�n paso para ser parte de la historia de Hyrule. Nuestra fuerza y nuestro valor � fue interrumpido tambi�n por aquel que se sentaba a un costado de Leoni.
�Un momento mi querido amigo Bagu � se refiri� al orador con voz sabia � no especulemos sin fundamentos, ninguno de nosotros lleva m�s de dos a�os en servicio, de hecho tu Rhondel -cambi� la mirada hacia el corpulento hombre que estaba frente a �l- reci�n acabas de cumplir un a�o de servicio. Aqu� el que bien sabe como son las cosas es nuestro amigo Leoni, sus seis a�os de hombre armado superan cualquiera de nuestras aventuras.
Leoni, levant� la mirada y dijo lastimeramente.
�Siete mi amigo Aleph, siete a�os, siete aburridos a�os.
Diciendo �sto, se par� de la mesa tom� su espada y su escudo, se despidi� de sus amigos haciendo un gesto con la mano y sali� camino a su casa.
Si bien Leoni era un tipo joven de unos venticinco a�os, era mucho mayor que sus entusiastas amigos que reci�n entraban en los veinte, y sent�a que formar parte del ej�rcito de los hylians le hab�a quitado toda su juventud, y peor a�n cre�a estar condenado a pasar cada uno de los a�os venideros como soldado, as� hasta que su vejez no se lo permitiera m�s, o que en alguna desaventurada misi�n acabase muerto bajo la espada enemiga.
Caminando por los callejones encontr� a su hijo Kaly jugando con una linda ni�a rubia, de ojos celestes. El ni�o de ocho a�os se puso de pie al ver a su padre, y corri� a saludarlo. Con una leve sonrisa en la cara, el padre le revolvi� cari�osamente el cabello al ni�o.
�Linda amiga, �De d�nde la sacaste?, �Es tu novia? � dijo Leoni mientras caminaba a su casa.
El ni�o simplemente sonri� en respuesta al comentario de su padre y tras verse sobrepasado por los inmensos pasos de su padre volvi� junto a su peque�a amiga.
-Le has simpatizado a pap� -dijo el peque�o Kaly mientras volv�a a retomar el juego que ten�a con la ni�a.
-Cuando crezcas, �Ser�s un soldado tambi�n? -pregunt� algo curiosa la ni�a.
Kaly, que no lo hab�a pensado no supo que responder en ese momento.
�He escuchado que en el bosque existe una raza de ni�os que permanece siempre as�, como ni�os �continu� con voz dulce la ni�a � si nos escap�semos hasta ese lugar, podr�amos ser ni�os por siempre, no tendr�amos las preocupaciones de los adultos...
-�Ni�os por siempre! -le interrumpi� Kaly- �qu� cosas dices? Debemos ser adultos alg�n d�a, y ahora que lo mencionas, tienes raz�n... alg�n d�a ser� soldado y defender� nuestro castillo, y tu ser�s mi compa�era de aventuras y batallas.
El ni�o se pas� hablando sobre sus futuras aventuras junto a su compa�era. Desde ese momento comenz� a so�ar con llegar a ser tan fuerte como su padre y pelear junto a �l en cientos de batallas en honor al rey de los hylians. Pero la ni�a comenzaba a ilusionarse con otros planes, un precoz sentimiento invad�a su cuerpo, ella no pretend�a ser una compa�era para Kaly, so�aba con alg�n d�a ser su esposa y formar una familia con aquel entusiasta ni�o.
Los dos peque�os se quedaron jugando en el lugar hasta que la luz del Sol comenz� a apagarse e instintivamente sin que escucharan alg�n llamado de sus padres se despidieron y entraron a sus casas.
Al d�a siguiente, se encontraba Leoni realizando su guardia bajo la construcci�n del nuevo castillo, aburrido observ� a lo lejos dos hombres que se acercaban. Eran soldados de alto mando, que ten�an interacci�n directa con el rey.
�Leoni Jomaran, �eres t�? �Dijo uno de los soldados - �el rey te necesita!
Asombrado Leoni recibi� esta noticia, no se pod�a explicar porqu� �l, un soldado cualquiera que s�lo se dedicaban a vigilar que los constructores del castillo no se pasaran de holgazanes, �qu� podr�a necesitar el rey de �l?; dudoso sigui� a los hombres a la audiencia con el rey.
Grandes ventanas y vitrales dejaban ingresar la luz del Sol a los inmensos salones del castillo, y del techo colgaban gigantescos candelabros que ser�an encendidos cuando la oscuridad de la noche opacara el brillo del Sol. Alfombras rojas con bordes dorados demarcaban el camino a cada una de las distintas salas que se encontraban tras unas imponentes puertas de distintos y preciosos dise�os. Leoni miraba asombrado y con curiosidad ya que esta era la primera vez que a un soldado como �l se le permit�a el ingreso al castillo.
Una vez dentro del antiguo castillo, lo recibi� un hombre alto, con una barba blanca, de esas que denotan sabidur�a, cabello y cejas tambi�n blancas; vest�a una t�nica roja, con broches dorados; los tres tri�ngulos que adornaban todo el castillo estaban tambi�n en sus broches y en un colgante que ca�a en su pecho, adem�s de estar en la punta de su corona. Leoni se encontraba cara a cara con el rey de los hylians.
��S�gueme! �orden� el rey con voz dulce.
Se volte� para que Leoni le siguiera y dej� ver en su t�nica, justo en el centro de la espalda; el dibujo del escudo de la familia real. Un �guila dorado con sus alas abiertas cubr�a la espalda del rey; en la cabeza del �guila se encontraba dibujado el tri�ngulo sagrado, la Trifuerza. Tres tri�ngulos, dos en la base y uno en la punta, los tres dorados formaban lo que era lo m�s sagrado para los hylians.
La leyenda contaba que despu�s de la creaci�n de Hyrule las tres diosas, Nayru, Din y Farore, dejaron este mundo al dominio de los hylians, pero como prueba de su existencia dejaron en la llamada tierra dorada, el poder �nico llamado �Trifuerza�; �ste simbolizaba la sabidur�a, el coraje y la fuerza, y quien lo posea tendr� el poder de gobernar por completo el reino de Hyrule.Aquel tri�ngulo dorado que durante a�os los hombres han querido alcanzar, era el dibujo que ten�a el rey en la espalda, la preciada Trifuerza.
Una vez en la sala el rey se dirigi� a Leoni.
�Usted es uno de mis soldados m�s experimentados y a la vez la edad no le ha desgastado tanto como a aquellos que me han servido durante largo tiempo, es por eso que le he de confiar esta misi�n �comenz� a explicar el rey � Como ya se habr� dado cuenta, las intenciones para mi reinado van m�s all� de mantener el orden en nuestras tierras. Hyrule entero necesita estar bajo completo orden, no podemos permitirnos que a nuestros alrededores se confabulen contra nosotros, no sabemos que est�n planeando los otros pueblos y tribus, pienso que mi reinado ha de guiarlos por el lado del bien a todos sin excepci�n. Hay salvajes en las monta�as que hacen y deshacen a su voluntad, no podemos permitr una actitud como esa, debemos de imponernos.
El rey le cont� a Leoni sus intenciones de ampliar su reino, le encomend� que fuese junto a los hombres que �l necesitase a una excursi�n a la Monta�a de la Muerte. Deb�a recopilar toda la informaci�n posible sobre las criaturas que all� viv�an, e intentar ejercer la soberan�a del rey de Hyrule sobre esa monta�a; los habitantes de la villa Kakariko al pie de la monta�a, los Sheikahs, estaban teniendo problemas con las criaturas de la monta�a, ya que cada vez �stas se atrev�an a bajar m�s y m�s poniendo en riesgo la existencia de esta villa. Es en esta villa donde deb�a recibir las instrucciones espec�ficas de qu� deb�a hacer en la monta�a junto a sus hombres.
Al atardecer en la taberna, encontr� a sus amigos y le cont� sobre su misi�n.
-�Est�n seguros que tienen el valor suficiente para subir la monta�a? � les pregunt� desafiante.
Rhondel y Bagu que no se dejaban intimidar f�cilmente aceptaron con euforia la tarea encomendada.
��Y t�, Aleph, qu� me dices? � pregunt� mientras miraba a su amigo que a�n no se mostraba muy convencido.
�No puedo permitir que estos dos idiotas se lleven toda la diversi�n, por supuesto que cuentas conmigo.
Los �nimos se elevaron dentro de la taberna mientras se cruzaban las miradas de los soldados que sonre�an nerviosamente.
�Entonces �levant� la voz Rhondel prepar�ndose para gritar-. �Nos vamos hacia la monta�a de la muerte!
Al escuchar esto �ltimo, los cuatro soldados callaron y bajaron las sonrisas. Bagu habl� en tono dudoso.
-Lo de monta�a de la muerte �es s�lo un nombre cierto?
Leoni sonr�o y dijo:
-�t� qu� crees mi amigo? |
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R4ml
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Publicado: Mie Oct 28, 2009 6:27 pm T�tulo del mensaje: |
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Cap�tulo II
El Sol brillaba imponente en las afueras de la ciudadela, un cielo despejado permit�a que los rayos del Sol hicieran brillar el pasto humedecido por la llovizna matutina. En las afueras del castillo y de su ciudadela, un hermoso prado se extend�a recorriendo todo Hyrule. Atravesado por un ancho r�o, donde de vez en cuando se pod�an ver nadando en �l unos curiosos seres; maestros de la nataci�n sub�an y bajaban el r�o, saltaban a la superficie y se dejaban ver en todo su esplendor. De un azul muy claro, casi como el cielo despejado, un cuerpo delgado de altura similar a la de un hombre adulto y unos ojos azul oscuro, con aletas en piernas y brazos, y una que se desprend�a de su cabeza que daba la apariencia de ser cabello muy largo, hasta su espalda. Estos seres llamados zoras, evitaban ser vistos por los hylians; su reino era el agua. En alg�n lugar del lago Hylia, o en el mismo r�o deb�an tener escondida su ciudad.
Los hylians poco o nada sab�an de ellos, s�lo que si permanec�as un largo tiempo a la orilla del r�o y prestabas mucha atenci�n, podr�as verlos pasar y si contabas con suerte uno saltar�a frente a tus ojos para luego volver al agua.
Era precisamente ese espect�culo el que presenciaban cuatro soldados de Hyrule que galopaban en direcci�n a la villa Kakariko.
-Me pregunto si de verdad tendr�n una ciudad oculta � dijo Rhondel que hab�a detenido su caballo para contemplar al Zora.
-Por supuesto que la tienen �contest� Bagu � Y la ocultan de nosotros. Mejor apresur�monos, que quiero ver a esos gorons antes del mediod�a.
Los hylians eran seres muy bien dotados f�sicamente, especialmente aquellos que estaban en el ej�rcito. Pod�an ser muy �giles y fuertes a la vez, muy inteligentes y bravos. Ten�an muchas cualidades positivas para ser simples mortales, por lo que se dec�a, o m�s bien ellos mismos dec�an, que estaban bendecidos por las diosas creadoras, incluso dec�an que la forma puntiaguda de sus orejas y su gran tama�o se deb�a a que las diosas hablaban muy despacio y desde muy lejos, y s�lo ellos podr�an escucharlas.
Convencido de su superioridad divina el rey envi� a cuatro soldados a que comenzaran con su ambici�n de expansi�n.
Los cuatro soldados galoparon hasta llegar a la villa Kakariko donde viv�an los sheikahs, una raza guerrera de ojos rojos que seg�n se contaba se especializaba en usar la magia, pero en realidad nadie nunca les hab�a visto usarla. Eran sigilosos, �giles y cautelosos. Hasta el momento no hab�an tenido problemas con los hylians, es m�s, desde hace ya un tiempo hab�an acordado un pacto de defensa mutua; dicha alianza hab�a sido respetada durante mucho tiempo. Es por �sto que el rey se vio obligado a enviar a sus soldados en ayuda de este pueblo.
Leoni y sus amigos fueron recibidos por quien fuese el encargado de turno. Haci�ndoles un recorrido por la villa les hablaba de lo molesto que se ha tornado el vivir tan cerca de los goron.
-Destruyen rocas, trabajan de noche y de d�a, temo que hagan enfadar al volc�n con tanto ajetreo � se quejaba el hombre mientras los dirig�a a un viejo molino. � All� apoyado en la pared est� quien les dar� la informaci�n que necesiten, es un joven muy �gil que nos ha ayudado bastante con el espionaje a esas criaturas de la monta�a. Tr�tenlo con cari�o, a�n no cumple la mayor�a de edad y pues se asusta f�cilmente si le hablan golpeado. �habl� entre risas el hombre mientras indicaba a un joven, quiz�s ni�o a�n, que se encontraba bajo el molino de viento de la villa. �Por cierto �continu� �su nombre es Sheik.
Diciendo �sto se alej� de los soldados, quienes caminaban acerc�ndose al joven guerrero.
-Sheik, tu nombre es Sheik �cierto? � Le dijo Leoni al muchacho� Anda contesta, no seas t�mido.
Un muchacho rubio, delgado y de estatura mediana respondi� con voz segura.
�Si, soy yo. Y ustedes son los valerosos soldados que nos env�a el rey �dijo en tono sarc�stico �Bueno, ahora veo porque les conviene mantener alianza con nosotros los sheikahs.
-�Qu� insin�as peque�o! � Dijo exaltado y entre dientes Rhondel.
-Calma mi buen amigo, es s�lo un chiquillo y le gustan las bromas � dijo Leoni mientras calmaba a su amigo. �Y dime ni�o, entonces �porqu� crees que tu l�der requiere de nuestra ayuda? �Rhondel sonre�a al escuchar la astuta respuesta de su compa�ero.
-Pues bueno � habl� seriamente el joven- usar la fuerza bruta nunca ha sido lo nuestro, y a esos gorons de all� arriba �dijo se�alando la monta�a � es lo que les sobra, y no entienden con palabras.
Sheik les cont� todo lo que sab�a acerca de los gorons, hab�a dedicado los �ltimos meses a investigarlos con astutas t�cnicas de camuflaje, les advirti� de que no se fiasen de aquello que en el camino les pareciera una roca, ya que podr�a ser uno de ellos. Al igual de que sus espadas le ser�an in�tiles, el filo no era suficiente para cortar sus gruesas pieles. De todos modos los soldados no quisieron dejarlas en el pueblo.
Con esta informaci�n comenzaron a subir la monta�a por lo que llamaban el sendero de la muerte. Un terreno �rido y caluroso les daba la bienvenida. La tierra era firme pero restos de rocas destrozadas llenaban el lugar.
-Ahora entiendo lo del nombre de monta�a de la muerte - dijo Aleph mientras observaba a lo lejos la cima del volc�n.
Rocas se desprend�an constantemente, y una nube circular bordeaba el cr�ter del volc�n.
Ya se hab�an alejado bastante de Kakariko, y lograban avistar a lo lejos un extra�o ser que hacia vigilancia de los alrededores. Una cabeza casi completamente redonda, un cuerpo grueso y musculoso, y una piel del color de la tierra. Lo que ve�an era inconfundiblemente un goron.
-Miren con atenci�n � dijo Leoni mientras dirig�a a sus amigos bajo la sombra de la monta�a� aqu� no nos ver�. Debemos acercarnos con seguridad. Esto no es una excursi�n con fines cient�ficos, hemos venido a imponer la palabra de nuestro rey, no debemos dejar que crea que nos atemoriza...
-Somos hylians, debe respetarnos -interrumpi� Rhondel.
Leoni mir� con una sonrisa a sus amigos y continu�.
-Con o sin bendici�n no nos dejemos atemorizar, �Listos?
Los soldados salieron de su escondite bajo las sombras y continuaron caminando por el sendero de la muerte en direcci�n al goron que vigilaba. Cuando estuvieron bastante cerca Leoni le grit� al asombrado goron.
-�Ll�vanos con tu l�der!, �Venimos de parte del rey de Hyrule a ejercer su leg�tima soberan�a sobre estas tierras! �Leoni dijo �sto y esper� asustado y nervioso la reacci�n del goron, pero �ste tardaba en moverse.
-�Ven aqu� miserable! �grit� con desesperaci�n Rhondel.
El goron les mir� fijamente y baj� a la manera goron, rodando sobre su propio cuerpo, de la colina en que se encontraba. Tras �l, tres gorons m�s aparecieron rodando y frenaron frente a los nerviosos soldados. Se pusieron de pie, e intimidaron con la sola presencia a los hylians, eran m�s altos y corpulentos de lo que cre�an; incluso Rhondel que alardeaba de su musculatura se vio sobrepasado por �stos seres.
-Estas tierras son de los gorons, l�rguense de una vez antes de que lo lamenten. � Les habl� amenazante uno de los goron con voz grave y raspada. -Admito que tienen valor, cualquiera en su lugar ya habr�a huido gritando como un beb� de regreso a casa.
-No te tememos � dijo con una sonrisa Leoni.
-Por supuesto que no � continu� Bagu, quien dudaba de la intr�pida afirmaci�n de su amigo�. A�n no nos han demostrado nada como para que les temamos.
Dicho �sto, el goron tom� una roca con sus manos, y apret�ndola con fuerza la convirti� en polvo ante la mirada at�nita de los hylians.
-Y bien � Dijo el goron mientras se sacud�a sus manos - �ya quieren volver a casa?
-El rey nos ha encomendado la tarea de ejercer su soberan�a sobre todo Hyrule � dijo Leoni � Y esta monta�a es parte de Hyrule. Deben someterse a su ley y a su orden o ser�n acusados de rebeld�a y sentenciados, despojados de sus tierras� - con un grito fuerte y atemorizante el goron hizo callar a Leoni.
-Pues vuelvan a su preciado castillo � habl� el goron � y d�ganle a su rey que no cederemos. Nuestra poblaci�n crece y muy pronto necesitaremos m�s territorio, esa peque�a villa que tienen al pie de la monta�a nos vendr�a muy bien.
El goron dec�a �sto s�lo para intimidar, ya que sab�a que ten�an la monta�a entera para ampliar su ciudad. Deb�an asegurarse de espantar a los hylians ya que dudaban de que su fuerza bruta venciera en batalla a las habilidades guerreras de los hylians y los sheikahs.
-Entonces � habl� Rhondel � si no quieren someterse por las buenas, deber�n hacerlo por las malas.
Aleph un poco asustado vio como su amigo desenvainaba su espada y se abalanzaba sobre uno de los goron. Bagu y Leoni al ver la valiente pero est�pida decisi�n de su amigo decidieron sumarse al combate.
Los soldados hylians eran valientes, coraje no les faltaba, sobre todo a Leoni; pero eso no era suficiente para vencer a los gorons. Las batallas cuerpo a cuerpo eran su especialidad, y una espada y un d�bil escudo no ser�an obst�culo para que los gorons abusaran de su incre�ble fuerza para deshacerse de los soldados.
Los hylians estaban vencidos completamente, m�s gorons aparec�an de entre las rocas y se alistaban para pelear. Si pudiesen vencer a uno siquiera, otro les seguir�a y as� les tomar�a todo el d�a.
-�V�llanse y no vuelvan! -gritaba uno de los gorons que esperaba su turno para pelear.
Los cuatro soldados acorralados s�lo se defend�an con su escudo y manten�an alejados los pu�os de los gorons con r�pidas y certeras estocadas. Pero sab�an que �to no los salvar�a por mucho tiempo.
De pronto se oy� un peque�o estallido y una incandescente luz destell� en el lugar de la batalla.
-Vengan, aprovechemos el momento para huir � Era sheik quien hab�a llegado al rescate de los soldados hylians.
Cuando los gorons pudieron volver a abrir sus ojos y recuperar la visi�n normal, los soldados hab�an desaparecido del lugar. Maldiciendo entre dientes volvieron todos a la ciudad goron. |
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Publicado: Mie Oct 28, 2009 6:28 pm T�tulo del mensaje: |
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Cap�tulo III
Los gigantes candelabros del castillo temblaban con las exaltadas exclamaciones del rey de Hyrule.
-�Qu� creen que somos! �Dec�a mientras golpeaba con fuerza una mesa -�Re�rse de esa forma de nosotros, los Hylians!
-Su majestad � habl� Leoni que hab�a llegado hasta el castillo con sus amigos despu�s del escape en la monta�a de la muerte � Apenas hemos podido escapar con vida. De no ser por la ayuda de un joven sheikah, no estar�amos aqu� se�or.
-Entonces dime soldado � el rey con un tono m�s sereno se dirigi� a Leoni � �qu� sugieres?, que son imposibles de vencer, �inmortales dir�as t�! � Al rey le costaba mantener la calma.
-No se�or � Aleph dio un paso adelante para ponerse a un lado de Leoni. � Si me permite. Los gorons son muy fuertes, pero s�lo en combate cuerpo a cuerpo. Eran muchos m�s que nosotros y no pudieron hacer nada ante las t�cnicas del guerrero sheikah. Un ej�rcito bien entrenado bastar�a, se�or.
Ya estaba atardeciendo, y muy pronto el Sol se ocultar�a; la conversaci�n del rey con los cuatro soldados se hab�a extendido por largas horas. Pero fue interrumpida abruptamente por uno de los guardias de la ciudadela que llegaba agitado a la sala del rey.
-Su majestad �dec�a respirando con dificultad � los jinetes del desierto, �las damas gerudo atacan la ciudadela!
Mujeres de cabello rojo, piel morena y con la cara tapada, hab�an irrumpido en la ciudad de los Hylians. Algunas galopaban por las calles generando confusi�n, otras romp�an ventanas y prend�an fuego a los mercados que a esa hora cerraban. Las mujeres hylians corr�an defendiendo a sus hijos, deb�an protegerlos de las ladronas que ven�an del desierto. Las historias contaban que las gerudo ten�an una maldici�n, y que �nicamente nacer�an mujeres en su tribu; s�lo cada cien a�os podr�an dar a luz a un ni�o. La falta de hombres en su tribu les obligaba a raptar hombres de la ciudadela de los hylians para poder ser pre�adas.
El caos era notorio. Hombres eran golpeados en sus cabezas y tomados como rehenes; los almacenes eran saqueados y vaciados. Las mujeres del desierto se llevaban todo lo que pod�an en el menor tiempo posible. Se mov�an �gil y r�pidamente por los callejones como si supieran con exactitud donde estaba lo que buscaban. Los soldados de Hyrule poco pod�an hacer, les superaban en n�mero y para cuando llegaran los refuerzos las gerudos ya hab�an completado su cometido.
-�V�monos! � grit� una de las mujeres, que tiraba de las riendas de su caballo para dar la vuelta e huir del lugar.
Con una fuerte embestida a caballo, inhabilitaron al soldado que intentaba subir el puente de acceso a la ciudad para dejarlas encerradas. Con prisa salieron de la ciudadela hacia los prados de Hyrule. Con direcci�n oeste hacia el valle fueron perseguidas por soldados hylians.
Por un terreno seco y pedregoso eran perdidas de vista. H�bilmente enga�aban el ojo de los hylians y los confund�an por terrenos que ellas conoc�an a la perfecci�n.
Leoni y sus amigos que ven�an un poco m�s atr�s galopando tan r�pido como sus cansados caballos pod�an, llegaron a una quebrada donde el resto de los soldados hylians maldec�an a las gerudos por hab�rseles escapado nuevamente.
Rhondel se acerc� a la orilla y mir� nerviosamente hacia abajo. Las piedrecillas que ca�an de la orilla chapoteaban segundos m�s tarde en el r�o que hasta el fondo corr�a. Su torrentoso caudal emit�a un sonido que a�n a esa altura se o�a. Rhondel trag� saliva miedosamente y mir� a uno de los soldados que aparentemente hab�a llegado primero al lugar.
-Han cruzado todas y han bloqueado el puente. �Dijo el hombre� nos tomar�a el resto del d�a y toda la noche despejarlo.
Al otro lado de la quebrada se pod�an ver a�n las siluetas de las �ltimas gerudos alej�ndose.
Bagu que hab�a llegado a un lado de Rhondel dijo mirando hacia el fondo junto a su amigo.
-Por lo menos si caemos no moriremos� diciendo �sto, tir� de las riendas de su caballo, y dio la vuelta. �No creo que ellas hallan bloqueado de esa forma el puente en tan poco tiempo, despu�s de todo son mujeres y por muy h�biles que sean saqueando pueblos no tienen una fuerza f�sica tal que les permita hacer eso.
-Pues como sugieres que hallan pasado, mi amigo � dijo Leoni, mientras Bagu pasaba a su lado.
-Hay s�lo una forma de averiguarlo. �dio la vuelta nuevamente, y d�ndole un golpe a su caballo con los pies lo hizo correr como nunca.
-�Maldito loco! �exclam� Rhondel.
Bagu y su caballo se acercaron r�pidamente al precipicio, pasaron junto a Rhondel y justo en la orilla tir� fuertemente de las riendas. El caballo salt� por sobre la quebrada relinchando y ante el asombro de todos los soldados que hab�an llegado hasta el lugar aterriz� de forma sorprendente al otro lado de la quebrada.
-No te burlar�s de m� �dijo desafiante Rhondel, quien al instante imit� su acci�n.
Leoni mir� a Aleph y le dijo.
-�No vienes compa�ero?
-No te preocupes amigo � dijo con voz dudosa �me quedar� aqu�, vigilando.
-Como quieras � exclam� Leoni que se preparaba para saltar detr�s de sus amigos. � Muy bien se�or rey. � Dijo pensando en voz alta - buscabas soldados con coraje, pues aqu� los tienes. �Diciendo �sto puso a correr a su caballo y salt� sobre la quebrada.
Se alej� de la vista de los dem�s soldados a toda velocidad para poder alcanzar a sus amigos que ya le hab�an tomado ventaja. No tard� mucho en hacerlo ya que los encontr� galopando a trote lento.
Siguieron el rastro dejado por las gerudos durante un largo camino. Entre los cerros los caminos se hac�an angostos; poco a poco la situaci�n se volv�a m�s confusa. Los tres soldados cre�an estar perdidos, pero ninguno se atrev�a a decirlo para no sembrar el miedo. De pronto el camino comenz� a despejarse.
-Deteng�monos �dijo Leoni a sus amigos � Miren all�; creo que hemos llegado al Fuerte Gerudo.
Construcciones, laberintos y una no despreciable presencia de guardias era lo que los hylians ve�an frente a sus ojos.
-En alg�n lugar de esas construcciones � habl� con voz baja Bagu- deben estar los hylians que han sido capturados. Supongo que ya no hay opci�n de vuelta atr�s.
Los tres soldados continuaron a pie desde una distancia que consideraron prudente para evitar ser descubiertos. Lograron acercarse lo suficiente, pero las centinelas vigilaban muy bien cada rinc�n del fuerte. Sigilosamente, intentaban no llamar la atenci�n de las gerudos.
-�Atr�penlo! �se escuch� a lo lejos.
La suerte estaba de lado de los hylians, algo distrajo a las gerudos y pudieron escabullirse dentro del fuerte. Algo persegu�an, o m�s bien a alguien.
-�Qu� hace ese ni�o aqu�! �exclam� Rhondel.
Era Sheik que sin mayores complicaciones lograba confundir a las mujeres del desierto.
-Lo que sea que lo halla tra�do hasta aqu� � repar� Leoni �nos est� siendo de gran ayuda.
La guardia disminuy� considerablemente y los tres soldados no dudaron en recorrer el lugar lo m�s r�pido que pod�an. Evitaban a las Gerudo o si alguna se les cruzaba de frente la noqueaban sin llamar la atenci�n mayormente. As�, despu�s de un tiempo de correr por el lugar, encontraron las celdas donde se hallaban los prisioneros.
-Sab�a que el esc�ndalo all� afuera era nuestra salvaci�n � exclamaba uno que llevaba a�os atrapado.
-�Nuestro rey no nos olvid�! - dijo otro que sonre�a sin medidas.
Entre gritos y aleluyas, los soldados sonrieron al ver que se hab�an convertido en h�roes.
-�Cuidado atr�s! � uno grit� desde la celda.
Los tres soldados dieron la vuelta y vieron a tres hermosas damas gerudo que llevaban un traje distinto al de las otras. Un rango superior quiz�s.
-Sab�a que ese chiquillo era s�lo una distracci�n, no nos enga�an tan f�cilmente mis se�ores. � dijo una de las gerudos.
Sin aviso alguno desenvainaron cada una dos espadas anchas y curvas llamadas cimitarras; abalanz�ndose sobre los sorprendidos soldados comenzaron a atacarles.
Eran �giles, de eso no cab�a duda; enga�aban a los hylians con saltos y piruetas que imped�an que pudiesen golpear a alguna. Repitieron �sto haciendo un c�rculo alrededor de los soldados, para cuando ellos lograron darse cuenta, chocaron las espaldas y se vieron acorralados por las tres gerudos.
-R�ndanse ahora y no los da�aremos -dijo una de las gerudo mientras apuntaba con su arma al cuello de Bagu.
Los tres soldados hylians estaban atemorizados, al parecer no exist�a diosa alguna que en ese momento les ayudase.
-Bajen sus armas -dijo un derrotado Leoni- mientras sigamos con vida no estaremos vencidos.
Bagu y Rhondel envainaron sus espadas copiando la acci�n de Leoni y siendo empujados con rudeza de parte de las mujeres fueron encarcelados.
Las horas pasaron, y los soldados junto a los dem�s hylians se miraban las caras dentro de la celda.
-Tranquilos amigos � dijo Leoni con calma �saldremos de aqu�. Vendr�n a rescatarnos, dejamos a un soldado atr�s como refuerzo en caso de que algo as� pasara.
Leoni confiaba en que su amigo Aleph vendr�a a rescatarlos y encontrar�a la manera de sacarlos de ese lugar al notar que las horas pasaban y ellos no regresaban.
Las horas continuaban pasando y los prisioneros desesperanzados tras la fugaz ilusi�n de volver a estar libres estaban inquietos.
-No puedo creer que el rey halla enviado s�lo a tres soldados a nuestro rescate -dijo uno que hab�a sido atrapado esa misma noche.
-�T� crees que el rey nos envi�? -dijo Rhondel- si fuera por �l ya estar�amos de regreso en nuestras casas.
-No era necesario decir eso Rhondel -coment� Leoni- Si logramos salir por nuestros propios medios demostraremos en realidad de que estamos hechos.
-Silencio -Bagu hizo callar a sus compa�eros de celda- Algo sucede all� afuera.
Bagu se acerc� a la reja para intentar ver algo del exterior o escuchar algo m�s. El ambiente dentro del fuerte se estaba agitando. Las gerudos corr�an de un lado a otro murmurando alguna noticia.
-�Es un hombre! �Grit� una- �Ha nacido un hombre!
La noticia provoc� gran revuelo entre las gerudos. Hab�a nacido un hombre dentro de la tribu. Aquel hombre que nacer�a s�lo cada cien a�os y estar�a destinado a llevar a la tribu de los gerudos al poder.
-�Qu� demonios pasa! � grit� Rhondel, que se hab�a desesperado al ver que les hab�an dejado solos en ese lugar.
-Calma chiquillo � una voz sarc�stica habl� desde un pasillo.
Sheik hab�a permanecido oculto en el fuerte hasta esperar el momento oportuno, y de alguna forma hab�a conseguido robar las llaves de la celda. Los hylians encarcelados sonrieron al ver al joven sheikah.
Sin perder tiempo Sheik sac� a todos los hylians de las celdas y los gui� sigilosamente por el fuerte.
-Est�n distra�das � observ� Sheik -�Ahora, corran!
Los hylians y el joven sheikah corrieron lo m�s r�pido que pudieron hacia las afueras del fuerte. Las gerudo permanec�an sorprendidas y distra�das por la incre�ble noticia que recib�an desde el desierto. Pero de todas formas los hylians no pudieron evitar ser vistos por unas cuantas gerudos que corrieron tras ellos. El mal estado en el que estaban los hylians que llevaban prisioneros m�s tiempo les imped�a huir a prisa y dejarlas atr�s.
-Alto ah� o a �ste lo matamos � grit� una gerudo que hab�a alcanzado al m�s cansado de los hylians.
Inevitablemente los dem�s hylians se detuvieron para evitar el deceso del que para algunos ya era un amigo.
-�Suelta a ese hombre en el nombre del rey de Hyrule! � una voz junto con el relinchar de un caballo se oy� fuerte entre las monta�as.
-�Aleph! � exclam� Leoni al reconocer la voz de su amigo � maldito cobarde, �sab�a que no nos dejar�as!
Aleph descendi� a todo galope junto a unos quince soldados hylians que llegaban oportunamente al rescate.
Las gerudos al verse sobrepasadas en n�mero soltaron al hombre y corrieron de vuelta al fuerte.
La felicidad abundaba en el lugar. Aleph era recibido con fuertes y cari�osos abrazos de parte de sus amigos que nunca hab�an estado tan felices de verlo. Junto con �sto decidieron dejar escapar a las gerudos sin ser perseguidas, ya que en el fuerte les superar�an inmensamente en n�mero.
Ya con los �nimos m�s calmados y galopando sobre sus caballos, Leoni le agradec�a a Sheik por haberlos ayudado a escapar.
-Ya es la segunda vez que nos salvas joven guerrero �dijo con voz tierna hacia el muchacho� pero no entiendo qu� hac�as t� en el fuerte gerudo.
-Al parecer su rey no confiaba completamente en ustedes �dijo entre risas Sheik.
El joven dio un paso atr�s y se despidi� de los soldados hylians.
-Sean m�s cuidadosos para la pr�xima. �Nos veremos pronto!
Hizo un movimiento con su mano y arroj� algo al suelo que provoc� el mismo destello que hab�an visto los soldados hylians en la monta�a de la muerte. Destello que en la oscura noche alumbr� todos los rincones del Valle Gerudo. Cuando los hylians pudieron ver con claridad nuevamente el joven sheikah ya hab�a desaparecido.
-Creo que nunca entender� la magia de estos sheikahs. -dijo Leoni con una leve sonrisa en el rostro. |
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Publicado: Dom Nov 01, 2009 9:47 pm T�tulo del mensaje: |
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Cap�tulo IV
Los ni�os sol�an reunirse en la plaza central de la ciudadela, a un costado de la fuente que arrojaba finos chorros de agua d�ndole un armonioso sonido de riachuelo a la ajetreada ciudad. Una estatua con el s�mbolo de la Trifuerza en el centro de la fuente les recordaba a los hylians y a cualquier visitante que se encontraban en tierras del rey. La gente caminaba por aqu� y all�. Los vendedores ofrec�an su mercanc�a fuertemente para llamar la atenci�n de alg�n transe�nte. Algunos reparaban los da�os provocados en el d�a anterior por las gerudos, mientras que otros comentaban entre s� el heroico rescate en el fuerte. La voz se corr�a r�pidamente y algunas versiones se tergiversaban.
- �Un mago los salv�! �dec�a uno que aseguraba haberlo visto.
- �Fueron las diosas! �gritaba otro mientras indicaba al cielo.
Los �nimos hab�an mejorado con la noticia de la victoria de Leoni y sus amigos en el fuerte gerudo. Al parecer las preocupaciones de los hylians hab�an desaparecido.
En la plaza central se dejaban ver los felices padres que despu�s de haber estado a�os en cautiverio se reencontraban con sus hijos que ya eran verdaderos hombres. Otros paseaban con aquel hijo que no hab�an alcanzado a conocer. Y otros simplemente recorr�an el lugar recordando con nostalgia los viejos tiempos en los que hab�an comprado en ese puesto de frutas o hab�an probado de aquel fresco pan que en ese d�a le parec�a m�s sabroso que nunca.
Los ni�os tambi�n comentaban el heroico rescate, y miraban a los soldados como un ejemplo a seguir. Reunidos en su propio c�rculo alardeaban de quien pose�a la informaci�n m�s ver�dica.
-Tu pap� ha de ser muy valiente� le dijo un ni�o a Kaly.
-�Las diosas pelearon a su lado!� continu� otro.
-Escuch� que batall� con cinco gerudos a la vez� dijo otro que llegaba corriendo.
Entre especulaciones, mitos y verdades los ni�os aumentaban el ego de Kaly alabando a su padre y a sus amigos. El joven se sent�a orgulloso de saber que esa sangre de guerrero corr�a por sus venas.
- �Valor! �alz� la voz Kaly -. �Coraje!, o como quieran llamarle. No hay bendici�n de diosa alguna que te proteja si no has demostrado que eres capaz de llegar muy lejos con tus propios m�ritos.
Mientras hablaba con el pecho inflado, se mov�a de un lado a otro haciendo gestos de guerreros, alzando de vez en cuando la mano como si sostuviera una espada y cubri�ndose con la otra en la cual simulaba tener un escudo. Mirando por sobre las cabezas de sus amigos vio que una ni�a lo miraba tiernamente.
-�Aryll! �grit�-. Pero no olviden que todo hombre valeroso ha de tener una fiel amiga que le acompa�e en sus aventuras. �especific� para poder abrirse camino e ir junto a la ni�a.
El encuentro fue m�gico; ambos se tomaron de las manos y se miraron directo a los ojos. A Kaly le costaba despegarse de aquella hermosa mirada color celeste. Ambos se gustaban, pero �l segu�a siendo travieso y aventurero; adem�s era muy ni�o para pensar en cosas relacionadas con el amor y ni el valor necesario para enfrentar a cien hombres le permitir�a insinu�rsele a algo m�s que disfrutar de su grata compa��a.
La ni�a por su parte se sent�a protegida y querida. Sent�a que aquel hombre que alg�n d�a se formar�a dentro de Kaly ser�a el hombre perfecto para pasar el resto de sus d�as. Aunque le intrigaba lo que el padre del muchacho le estaba inspirando. No quer�a hacerse la idea de que ser�a un soldado m�s, pero lo ve�a tan entusiasmado con la idea de las batallas que se obligaba a mantener sus preocupaciones de ni�a caprichosa para s� misma.
-�Te enteraste de la heroica aventura de mi padre? �dijo Kaly emocionado-. Fue fant�stico. Galop� por el aire para poder cruzar la quebrada del valle. Ya quiero poder montar un caballo como �l.
-Podr�as empezar a practicar �dijo Aryll con una sonrisa traviesa mientras asent�a con la cabeza.
Kaly mir� por un instante a Aryll hasta que una idea se le atraves� por la mente, tom� a la ni�a de la mano y le sonri�.
-Tienes raz�n, estoy justo en la edad para empezar a practicar si quiero ser tan bueno como mi padre. �Ven conmigo al rancho!
Tomado de la mano de Aryll camin� hasta las afueras de la ciudadela y guiado por un peque�o sendero marcado entre los pastos y plantas llev� a la ni�a al rancho Lon Lon.
Un poco al sureste del castillo y en pleno campo se encontraba un viejo rancho administrado por un granjero gordo, algo calvo y nariz redonda que usaba siempre una jardinera azul y un bigote algo rid�culo para los ojos de los ni�os. A diferencia de la mayor�a de los que viv�an en la ciudadela y de Aryll y Kaly, aquel granjero no ten�a las orejas puntiagudas; sus orejas eran la principal caracter�stica que lo diferenciaba a �l, y al resto de los humanos comunes de la raza bendecida por las diosas.
Dentro del rancho los caballos corr�an libremente, trotaban y relinchaban. Hab�an adem�s vacas y gallinas, y uno que otro perro ladrando sin parar. El ruido de los animales provocaba un ambiente de naturaleza agradable para algunos, pero para la mayor�a desagradable, por lo que al rancho llegaban pocos visitantes adem�s de los soldados que necesitasen comprar un nuevo caballo o llevar el suyo para que fueran sanados de alguna herida.
Talon era el nombre del administrador y esa ma�ana recibi� a los ni�os muy alegremente.
-�Qu� les trae por ac�? �pregunt� mientras revolv�a el pelo del ni�o.
-Quiero aprender a galopar igual que mi padre se�or �dijo Kaly, que cada vez se entusiasmaba m�s con la idea.
-�OH! �Exclam� algo sorprendido el hombre.- y dime, �Qui�n es tu padre?
-Leoni Jomaran. El h�roe de Hyrule se�or.- respondi� el ni�o mientras inflaba el pecho.
-Con que eres hijo de Leoni � dijo Talon mientras dirig�a su mirada al cielo. �El es un buen jinete. Sol�a venir aqu� a practicar cuando era joven. Bueno -dirigi� la mirada a Aryll-. Puedes quedarte, llamar� a mi hijo para que te preste alg�n potrillo que te sirva. �Cu�dalo! � termin� diciendo �sto mientras le gui�aba un ojo a Aryll.
Se sentaron a esperar en el c�sped, uno al lado del otro. Poco tiempo despu�s apareci� un ni�o acompa�ado de un caballo peque�o, algo entrenado, potrillo a�n; por lo que el tama�o era perfecto para los j�venes jinetes.
El ni�o era evidentemente el hijo del due�o del rancho. La misma nariz redonda y gordo como su padre. Claro que no ten�a el bigote y en su cabeza ten�a algo m�s de pelo. Curiosamente se llamaba igual que su padre.
Se present� debidamente y les confi� el animal. Se qued� apartado pero a�n as� vigilando que nada malo pasara.
Pasaron toda la tarde en el lugar, turn�ndose para montar al animal mientras las horas pasaban. Aryll que le ten�a un poco de miedo a montar, s�lo lo hac�a para complacer a Kaly, quien a su vez tomaba todas las precauciones para que a la ni�a no le ocurriera ning�n accidente. Caminaba junto al caballo sin soltarlo mientras ella lo miraba desde arriba y sonre�a. Pod�a ver en esa tarde uno de sus sue�os hecho realidad, miraba al cielo y recordaba cuanto hab�a deseado una tarde tan perfecta junto a ese chico. Suspiraba de vez en cuando despreocup�ndose completamente de que iba sobre un animal y podr�a caer. Efectivamente en una mala maniobra el animal se movi� bruscamente provocando que Aryll perdiera el equilibrio. Pero como Kaly estaba atento a cada movimiento de la ni�a, pudo reaccionar a tiempo e interponerse para dejarla caer suavemente entre sus brazos. No evit� sin embargo, que ambos cayeran al suelo pero soport� todo el golpe impidiendo que Aryll saliera herida. Tirados en el piso, ambos sonrieron y se miraron directo a los ojos, esa mirada celeste hechizaba nuevamente a Kaly. Una brisa suave se dej� o�r opacando el bullicio de los animales que corr�an de un lado a otro. A lo lejos Talon junior miraba con cara de desprecio ante semejante cursiler�a.
El due�o del lugar no tubo problemas en invitarles la cena, despu�s de todo no le vendr�a mal conversar con alguien distinto aunque se tratase de unos chiquillos.
-Si quieres sorprenderla �le dijo el hombre en voz baja al ni�o � ll�vala al lago Hylia. No hay nada m�s hermoso que ver la puesta de Sol a la orilla de ese lago. Si quieres te presto el caballo para que la lleves hasta all�. Pero debes regresarlo sano y a salvo.
Kaly o�a atentamente los consejos del granjero, pero sin saber a ciencia cierta que intentaba decirle, �Sorprenderla? �Conquistarla? Kaly s�lo quer�a pasar tiempo con ella, pero Talon era un hombre mayor y pues algo de experiencia y de raz�n deb�a tener.
La cena estuvo muy agradable, tanto en comida como en compa��a. Pero se hac�a tarde y Kaly quer�a alcanzar a ver la puesta de Sol en el lago junto a Aryll. Talon cumpli� su palabra y les confi� nuevamente el animal a los ni�os. Sin embargo los sigui� cautelosamente para asegurarse de que no ocurriese ning�n accidente, despu�s de todo se sent�a responsable por el cuidado de esos dos ni�os durante esa tarde.
�l llevaba las riendas del caballo y ella iba detr�s sentada de lado aferrada firmemente a la espalda de Kaly. Tras unos veinte minutos de trote suave llegaron al lago que se encontraba muy al suroeste del castillo por el mismo camino que llevaba al rancho.
El sol estaba poni�ndose y ya comenzaban a reflejarse unos cuantos rayos sobre el agua que brillaba hermosamente deleitando los ojos de los j�venes que llegaban all�.
Kaly at� el caballo a un �rbol y llev� de la mano a Aryll hasta la orilla. Se sentaron sobre el h�medo c�sped, pero antes estir� una manta que el granjero le hab�a prestado para evitar enfermarse. Se quedaron sentados mirando como el Sol se escond�a sin emitir ninguna palabra. Aryll algo nerviosa se acercaba lentamente a Kaly, quien tiernamente la abraz� al ver que la ni�a lo tomaba del brazo.
El sonido del agua cayendo desde el r�o amenizaba lo que era un atardecer perfecto. Algunos peces chapoteaban en el agua y jugaban llamando la atenci�n de los ilusionados ni�os. El brillo del agua se hac�a cada vez mayor mientras el Sol se escond�a; el agua parec�a blanca pero reflejaba la luz crepuscular del atardecer, resultando un tono que maravillaba los ojos de Kaly y Aryll.
-Quisiera ver el reflejo del atardecer en tus ojos� Kaly mir� t�midamente a Aryll.
Aryll respondi� inmediatamente y lo mir� fijamente. Una sonrisa tierna se dibuj� en ambos rostros.
Kaly se encontraba maravillado, nunca hab�a podido imaginar los ojos de Aryll en tal esplendor. Entre nervios y suspiros levant� su mano y la pas� suavemente por el rostro de Aryll para correr suavemente el cabello que ca�a desde la cabeza de la ni�a hasta sus dulces labios.
Kaly se qued� mir�ndola mientras intentaba pensar en lo que fuera, en cualquier cosa. Se hab�a quedado hipnotizado en los labios de la ni�a. Algo extra�o, inexplicable para �l, le hac�a sentir cosas que no habr�a imaginado.
Aryll esperaba ansiosa a que aquel ni�o frente a ella se decidiera a besarla. La mano de Kaly a�n permanec�a en su mejilla y s�lo el contacto la pon�a muy nerviosa.
Poco a poco sus labios se comenzaron a acercar. �l, nervioso y extra�ado por lo que ocurr�a, y ella alucinada y sobrecogida por el momento. Sus siluetas dibujadas por el descendente Sol se besaron suavemente creando un momento m�gico que ni el oportuno salto de un zora sobre las siluetas de los enamorados ni�os podr�a detener. |
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