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La muerte de Link por Link_Juste

 
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R4ml
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MensajePublicado: Vie Mar 27, 2009 8:10 pm    T�tulo del mensaje: La muerte de Link por Link_Juste Responder citando

Cap�tulo 1 �Qu� demonios ha pasado?

Cientos de ojos observaban el fin de los tiempos como quien presencia el fin de una obra teatral que parec�a interminable, como el m�ximo exponente de una resignaci�n ante un arte que no quieren ver terminar pero que, por fin,

desaparece tras el tel�n, en silencio. Esta vez no habr�n aplausos, ni siquiera algo parecido a alegr�a o tristeza. Conchas sin vida, pr�ximas a la destrucci�n que se cern�a sobre sus cabezas, sin posibilidad alguna de evitarlo.

Algunos esperaban un milagro, otros a�n permanec�an esc�pticos, otros se resignaban. Pero lo que no sab�an es que lo que rondara por sus mentes ten�a exactamente la misma importancia que lo que pensase cualquier insecto

en ese instante. Solo les quedaba aguardar hasta que, finalmente, sucedi�. Las fuerzas sobrenaturales de las grandes deidades de aquella tierra fallaron en su momento m�s crucial, donde el destino del mundo estaba en juego,

donde el trabajo y esfuerzo de todos los seres que la habitaban lo hab�an dado todo por ellos para que evitaran la gran masacre. Y el fracaso era su respuesta. E instantes despu�s, llamaradas de fuego cubrieron la tierra, las aguas,

los bosques... lo cubrieron todo, destruyendo todo forma de vida existente. No hubo tiempo ni para gritos de desesperaci�n. La ciudad ardi� al instante, mientras sus edificios, casa, tiendas, se desvanec�an en una nube de cenizas

junto a los esp�ritus de sus habitantes. Pronto, fue m�s all�. Las monta�as fueron golpeadas por la misma fuerza llameante y, si bien ellas sobrevivieron, atraparon toda forma de vida. Y lo mismo pas� en los oceanos, donde el

agua hirvi�. Y en los bosques, donde un desierto apareci� en su lugar. Y despu�s... el silencio m�s absoluto. Un cielo sin luna daba la bienvenida a un nuevo d�a carente de vida, donde esta vez no fue recibido por el canto del gallo.

En esa misma tierra maldita por siempre, precisos momentos antes, el destino de todos los seres estaba siendo decidido por un joven h�roe. Un joven h�roe que luchaba por cambiar las cosas, por cambiarlo todo. Porque la tierra en la

que se encontraba tornase de nuevo por el buen camino, por el rumbo adecuado, hacia un nuevo futuro. Bland�a su espada como si formara parte de su mismo brazo. Su pericia, habilidad y valor no conoc�an l�mites. Bajo sus acciones,

muchos malvados hab�an ca�do tiempo atr�s y su valor hab�a sido reconocido por las mismas diosas de su mundo. En su mano izquierda, brillaba un s�mbolo consistente en un tres tri�ngulos dorados, unidos de tal forma que

compon�an uno m�s grande, s�mbolo de que era alguien entre todos, algo que ya hab�a demostrado en el pasado. Agotado, con la cara cubierta de sangre y sus verdes ropajes rasgados, no se rend�a tan f�cilmente y, aunque

su enemigo lo superase en diez veces su tama�o, luchar�a hasta el final. En la basta arena de lo que parec�a un desierto, hundido casi hasta las rodillas, esperaba, fatigado, con la vista nublada, a que apareciese. Y, finalmente, con un gran estruendo, lo hizo. Un gigante monstruo, semejante a un ciempi�s de colores verdes, rojizos y marrones, con tres grandes ojos en la cabeza y unas poderosas tenazas a modo de boca, emergi�, provocando una nube de arena que ceg�

al joven a�n m�s, si cabe.

-�Link!-grit� desde la desesperaci�n m�s profunda una voz femenina. Era lo m�s que pod�a hacer. La joven hada miraba impotente como su compa�ero de aventuras estaba apunto de ser devorado por su enemigo, el cual le superaba en pr�cticamente todo-. �Por los gigantes, vuelve atr�s, ya encontraremos la manera, por favor! �Link!

La voz retumb� vagamente en su cabeza. Volver atr�s. Tocar la Ocarina del Tiempo. La tierra tembl� bajo sus pies. El amanecer del d�a final se acercaba. Quiso hacer caso a su compa�era, pero los dedos apenas le respond�an.

Solt� su escudo, empapado de sudor y sangre, y desu�s su espada. Con todas sus fuerzas, se lanz� hacia atr�s para esquivar la embestida de aquel insecto gigante, con sorprendente �xito, y cay� al suelo. El monstruo le observ� con furia

y se alz� sobre sus patas traseras, prepar�ndose para el ataque final. �l ya no pod�a levantarse. Con la boca llena de arena, asfixiado y al l�mite de sus fuerzas, extrajo de uno de sus bolsillos la Ocarina del Tiempo, el preciado

regalo de la �nica mujer que retumbaba en sus pensamientos a�n con insistencia. Se la llev� a la boca y empez� a entonar la canci�n que le har�a volver atr�s en el tiempo y darle una segunda oportunidad a su vida, al borde de la extinci�n.

La Canci�n del Tiempo. �Pod�a recordar las notas en este estado? Lo intentar�a, un �ltimo y pesado esfuerzo.

-�Link! �R�pido, date prisa!-tintine� su compa�era.

Diecisiete notas. Una detr�s de otra, salieron con dificultad por los agujeros de la azulada y brillante ocarina, que pronto empez� a tornarse morada al mezclarse con las heridas del joven h�roe. Ocho. Nueve. Diez.

Las notas fueron acompa�adas de un gran rugido varios metros por encima de �l. Once. Doce. Trece. La criatura cay� en picado a una velocidad vertiginosa, ara�ando el aire con una fuerza sobrehumana. Catorce. Quince. Diecis�is.

Y desapareci� bajo las ardientes arenas del desierto, empujado por las fauces de su enemigo.

-��Link!!

"Te has encontrado con un terrible destino, �verdad?" reson� en su cabeza. Hab�a fracasado. Hab�a fallado. El hada se acerc� a su cuerpo sin vida. Conmocionada, con un d�bil aleteo, lleg� hasta �l. De lo que quedaba de �l.

Mientras la pesada maldici�n ca�a sobre ella y sobre el resto del mundo en el amanecer del �ltimo d�a que ver�a aquel mundo, ella se limit� a mirarle, como si no pudiera cre�rselo.

-No puede ser... no puedes estar muerto... -sent�a que unas poderosas manos le aprisionaban el cuerpo, como si una llama ardiente le quemase el alma, como si su vida se hubiera ido con �l, como si todo fuese un terrible sue�o del

que jam�s iba a despertar-. Por favor... despierta... eres el H�roe del Tiempo, �no? Me lo contaste. Derrotaste a ese hombre y salvaste Hyrule. Tienes la Trifuerza del Valor o como se llame. Tienes cosas, eres algo... hiciste cosas,

�qu� ha pasado?-rompi� a llorar, gritando, con la misma intensidad que cualquiera de los cuatro gigantes-. Aunque no lo creas... yo... de alg�n modo... te quer�a... lo lamento... todo...

Y se desvaneci� con el resto del mundo, cayendo en el olvido.
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MensajePublicado: Vie Mar 27, 2009 8:11 pm    T�tulo del mensaje: Responder citando

Capitulo 2 Sue�os prof�ticos

Cuando abri� los ojos, a�n le rodeaba ese particular mundo de oscuridad c�clico que tanto hab�a temido anta�o. Se palp� la frente. Estaba fr�a y levemente sudada, e incluso parec�a respirar con dificultad. Se detuvo unos instantes,

pensando y, finalmente, se alz�, con la preocupaci�n en sus ojos. De pronto, una figura de considerable altura apareci�, bloqueando su camino. Ambas figuras se miraron con seriedad durante unos segundos en medio de la

fr�a oscuridad de la noche, hasta que una de ellas habl�.

-Presiento que no es para coger un vaso de agua, �me equivoco?-inquiri� la silueta de m�s altura, que yac�a con los brazos cruzados.

-No te equivocas, Impa-respondi� la otra con seriedad-. Nunca lo haces o, al menos, casi nunca.

-Ardo en deseos de saber qu� romper� nuestra paz esta vez.

-Lo lamento.

-No os preocup�is, soy la �nica seikah que a�n trabaja, algo de positivo tendr�. Vamos a un sitio m�s apartado.

Las dos, recorrieron largos pasillos de fr�a y blanca piedra hasta un peque�o jard�n, donde tan solo sonaban las aguas de un peque�o riachuelo y donde un gran manto negro plagado de peque�as y brillantes luces daba fondo

a la escena.

-�Qu� sucede, princesa?

-�Le recuerdas?

Impa medit� la respuesta.

-S�. Se fue. Se fue buscando algo.

Zelda mir� entonces al cielo d�ndole la espalda a su cuidadora, sumergida en sus pensamientos, con la seriedad a�n en su rostro.

-Ha muerto.

El silenci� habl� entonces, durante unos inc�modos segundos.

-�Est�is segura, princesa?�El H�roe del Tiempo? Resulta imposible pensar algo as�.

-Sabes tan bien como yo que nunca me equivoco. �De verdad crees que dir�a algo as� si no estuviese segura?

Y entonces se gir�, con la luz de las estrellas reflej�ndose en sus l�grimas, en una expresi�n de tristeza, conmoviendo a las mism�simas diosas de Hyrule.

-Princesa...

-La Trifuerza del Valor ya no est� en su posesi�n. Ha sido derrotado por un monstruo gigante, en mitad de un desierto. Lo he visto. Alguien gritaba...

Conforme hablaba, m�s l�grimas brotaban de sus ojos, cayendo con velocidad por sus mejillas, hasta golpear el suelo en el m�s absoluto de los silencios. Impa, con cierta inseguridad, se acerc� y la abraz� despacio.

-�Hay algo que podamos hacer?-pregunt� acariciando su rubio cabello.

El silencio fue m�s largo esta vez. La princesa Zelda medit� durante unos instantes hasta que, por fin, tras unos minutos, respondi�, sec�ndose las l�grimas.

-Hay algo. Ir al lugar donde muri�. La Ocarina del Tiempo debe seguir all�. �l la ha estado usando para hacer retroceder el tiempo. Usarla otra vez para retroceder podr�a darnos una oportunidad para salvarle.

-Pero princesa... aunque retrocedamos el tiempo, cuando las horas pasen, las cosas suceder�n exactamente igual. Alguien podr�a ayudarle para enfrentarse al monstruo.

-Nadie puede derrotar eso, Impa. Es un monstruo gigante. Gigante.

Zelda se call� entonces, con sus pensamientos proces�ndose a gran velocidad.

-�Qu� sucede?

-�Gigante!-exclam� casi con entusiasmo-. Puede... puede que si haya una manera de ayudarle.

-Pero, �qui�n viajar� hasta all�? No es algo sencillo.

-La Trifuerza del Valor ya no es pose�do por Link. Hemos de encontrar al nuevo elegido por las diosas-ante la perplejidad de su cuidadora, Zelda la mir� a los ojos, a�n ba�ados de l�grimas-. Impa... hemos de encontrarle... para salvar

al H�roe del Tiempo.
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MensajePublicado: Vie Mar 27, 2009 8:12 pm    T�tulo del mensaje: Responder citando

Capitulo 3 El nuevo elegido por las diosas

Una poderosa voz, firme y fuerte, hablaba sin cesar, dirigida a todos los presentes. Al caminar, sonaba el crujir de la madera bajo sus pies, pero poco m�s pod�a o�rse en toda la sala.

-�Soldados de Hyrule! �Eso sois a partir de ahora! Proteger a la Familia Real de Hyrule es vuestro deber! �Vuestro trabajo! �Vuestra vida! �Y nada m�s! �De acuerdo?

-�S�, se�or!-respondieron todos al un�sono.

-En este vuestro d�a m�s memorable, se os har� entrega de una tarjeta identificatoria y vuestro equipo, que incluye protecciones y arma. En breve se os asignar�n vuestros puestos. Pod�is retiraros.

Y, ordenadamente, los valerosos hombres, nuevos efectivos entre las filas hylianas, desaparecieron de la sala. Alguien que hasta entonces hab�a pasado desapercibido, se encontraba al fondo de la habitaci�n e irrumpi� en ella

cuando los dem�s se fueron.

-Padre, �por qu� no me dejas ser soldado? Manejo la espada mucho mejor que ellos.

-�Cuando seas un adulto!-respondi� con algo de furia sin mirarle siquiera-. �Deja de perder el tiempo y ve a ayudar a tu madre!

El joven, que no tendr�a m�s de catorce a�os, suspir� intentando ocultar su enfado y se march� con resignaci�n. Tras caminar por la verde hierba unos instantes, abri� las puertas de su casa, cuyo tejado rojizo hac�a juego

con la mayor�a de las casas que formaban el pueblo y, dando un portazo, se sent� en una silla de madera, ech�ndose sobre la mesa, enfurru�ado.

-�Qu� pasa, hijo?-respondi� una dulce voz femenina-. �Te has vuelto a enfadar con tu padre?

El joven mir� la superficie manchada de la mesa, esquivando con los ojos el pelo negro que le ca�a por encima de la cara.

-Se empe�a en no ver mis habilidades. Podr�a derrotar a cualquiera de esos con las manos atadas a la espalda.

La mujer, que no superar�a la treintena, le sonri�.

-Alg�n d�a podr�s demostrar eso que dices. Por cierto, l�vate las manos, tienes pintura o algo.

-�Qu� dices, madre?-pregunt� a�n de mala manera y, entonces, mir�ndose la mano, a�adi�- Si no tengo...

Mir� su mano izquierda durante un instante prolongado. Era cierto. Ten�a alfo en el dorso de su mano, una especie de marca triangular de un dorado brillante. Al igual que todos los hylianos, conoc�a muy bien esa marca. En un

acto reflejo, sin darle mucha importancia, intent� borr�rsela, pero pronto se dio cuenta de que sus intentos eran muy poco �tiles. Uno de los tri�ngulos, el de la izquierda, brillaba con m�s intensidad que los dem�s.

-Madre, no se borra...-fue lo �nico que alcanz� a decir.

Como si de pronto el significado de aquello le hubiera ca�do encima, se alz� con violencia, tirando abajo la mesa y casi perdiendo el equilibrio. P�lido, fij� la mirada en la Trfiuerza del Valor, que segu�a despidiendo una luz dorada

intensa pero suave y delicada. La madre se asust� por el sobresalto.

-Hijo, �qu� pasa?-pregunt� asustada.

-No se borra... no se borra... no es pintura...-repet�a sin cesar.

-Pero, �qu� tienes?

La mujer agarr� la temblorosa mano del chico y la inspeccion� con detenimiento. Intent�, como hab�a hecho su hijo, borrarla, limpiarla e incluso arrancarla con las u�as, pero la marca segu�a indemne.

-Esto no ser� una de tus bromas, �verdad?

-No.

Ambos se quedaron callados, mir�ndose estupefactos, con la mente bloqueada, un estado de shock que se prolong� durante varios minutos. La primera reacci�n de ambos fue sentarse, pero la palidez no desaparec�a en ninguno,

sobre todo de �l.

-�Por qu� tengo la marca de la Trifuerza?�Qu� sucede?

-Hijo... yo no s� mucho de la Trifuerza. S� lo que todos. Quiz� deber�as visitar a alguien que supiese m�s de eso.

-�Qui�n, madre?

-No lo s�... no lo s�...

***

Una luz fue arrojada a su mente de entre las sombras, tan fuerte que la sobresalt�.

-�Qu� sucede, princesa?-inquiri� asustada.

-El desconcierto reina en su familia...

-Dime d�nde.

-Kakariko. Date prisa. El futuro de nuestro h�roe depende de �l.

Y sin m�s, lanzando una nuez deku al suelo, desapareci� con su estridente ruido. Los engranajes de un nuevo destino comenzaban a forjarse.
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MensajePublicado: Vie Mar 27, 2009 8:12 pm    T�tulo del mensaje: Responder citando

Cap�tulo 4 �No puede ser!

El ambiente no era diferente al de cualquier d�a. Apacible y tranquilo, el pueblo Kakariko se presentaba ante Impa, sin ning�n cambio aparente. No hab�an muchas personas fuera de sus casas, pues el sol estaba muy alto

en cielo y, a esta hora, todos o casi todos estaban en sus hogares comiendo. En silencio, atraves� las puertas y camin� pisando la verde hierba. Un soldado hyliano le salud�, pero hizo caso omiso, concentr�ndose en su misi�n.

De nuevo se encontraba en su pueblo natal, que tantos recuerdos le tra�a. Al fondo, el molino daba vueltas en un ciclo repetitivo, casi s�mbolo de tan pac�fico lugar y, al norte, pod�a verse la cima de la Monta�a de la Muerte, coronada como

siempre por un anillo de humo. Mientras revolv�a en sus recuerdos m�s remotos, comenz� a inspeccionar el lugar, fij�ndose en quien podr�a tener la marca en su mano. No tard� en dedicarse a comprobar cada casa, inventando

la excusa m�s rid�cula para buscar al nuevo elegido por las diosas. Todo hab�a ido demasiado r�pido, pero una guerrera veterana y h�bil como ella sab�a adaptarse al m�s extremo de los cambios. Finalmente, en una de ellas, golpe�

la puerta con suavidad y le abri� una mujer joven, de cabellos largos y negros, que se sorprendi� al verla.

-�Impa! �Qu� sorpresa! �Qu� te trae a mi humilde casa?

Su voz sonaba nerviosa y su tez era algo p�lida. Le tembl� el labio al cerrar su boca. La cuidadora cerr� los ojos, pensativa, presintiendo que hab�a dado con el sitio adecuado.

-�Me dejas ver el dorso de tu mano izquierda, por favor?-pregunt� calmada y seria, tendiendo su mano.

En toda respuesta, baj� la vista, entristeci�ndose.

-Creo que no me buscas a m�-musit� con la voz entrecortada.

-Entiendo. Ll�vame pues ante la persona que busco.

-Como desees.

Impa, con sus brazos cruzados, sigui� a la entristecida madre al interior de la casa, donde un joven chico de cabellos negros y largos como los de su madre, yac�a sentado en una silla, ensimismado, mirando al infinito. La

guerrera seikah se detuvo ante �l sin abandonar su caracter�stica seriedad.

-�Cu�l es tu nombre, joven?-se atrevi� a preguntar tras unos segundos.

-Adriel-murmur� sin ni siquiera alzar la mirada.

-�Me dejas ver tu mano izquierda?

Antes de que acabara la frase, ya hab�a alzado su mano abierta, de modo que se pod�a ver claramente la marca del Triforce anclada en su piel, y el tri�ngulo del lado izquierdo brillando de forma m�s intensa.

-Debes acompa�arme, elegido por las diosas.

-No ir� a ning�n lado. Primero quiero saber lo que me pasa.

Impa medit�, frunciendo el ce�o.

-Muy bien-sentenci� al fin-. Si as� lo deseas, te lo explicar�. �Qu� sabes de la Trifuerza?

El chico la mir� profundamente. Un muerto a su lado tendr�a una expresi�n parecida.

-Las diosas crearon Hyrule. Din, Nayru y Farore. Din con su fuego, Nayru etc. Al irse, dejaron la Trfiuerza, que reside en alg�n lugar de Hyrule. Quien la posea y reuna el equilibrio entre las tres fuerzas, que son Poder, Sabidur�a y Valor,

podr� cumplir todos sus deseos y llevar� Hyrule a una �poca dorada de prosperidad.

-�Eso es todo?

-Eso creo.

-�No sabes que pasa si alguien que no re�ne ese equilibrio toca la Trifuerza?

Adriel neg� lentamente con la cabeza.

-La Trifuerza se separa en tres trozos. Queda con esa persona aquella fuerza que realmente quiere o que m�s se identifique con sus deseos y su forma de ser. Los otros dos trozos recaen sobre dos peronas elegidas por las mismas

diosas. Si esa persona quiere los otros dos trozos, debe deshacerse de los elegidos.

-�Alguien a intentado apoderarse entonces la Trifuerza?-se sorprendi� levemente.

-S�. Hace muchos meses. Yo dir�a que incluso m�s. �Qu� sabes de la leyenda del H�roe del Tiempo?

-Me la s� de memoria. Es algo popular.

-Pues es real. Alguien, de nombre Ganondorf, surgido de m�s all� del desierto, se apoder� de la Trifuerza. Los elegidos por las diosas fueron la princesa Zelda y Link, de los bosques perdidos. Imagino que conoces el resto de la historia.

La sorpresa volvi� a aparecer en su rostro.

-No puede ser-dijo al fin con un suspiro tras pensar durante algunos minutos-. O sea... no puede ser...

-El desajuste temporal que provoc� la Ocarina del Tiempo hace que las gestas de Link permanezcan solo en forma de leyenda.

-Me niego a creerlo... no...

-Link se march� en una b�squeda �nica y personal... esas fueron sus palabras.

-�Y por qu� estoy yo en todo esto?

-Ha muerto. All� donde lleg� se encontr� con problemas y ha sido derrotado. Tu eres ahora el elegido por las diosas para poseer la Trifuerza del Valor.

-�No!-grit� levant�ndose de pronto- �No, no y no! �No soy nadie, no soy nada, no soy Link!

-C�lmate. No soy yo quien dicta las reglas. Hasta que alguien posea la Trifuerza de forma equilibrada, esto va a seguir pasando. Y no hay que olvidar que la Trifuerza del Poder sigue en manos de Ganondorf, all� en el Reino Sagrado.

Mientras Impa hablaba, Adriel se desesperaba, respirando r�pido, gritando, golpeando las paredes, sollozando y cayendo finalmente derrotado al suelo.

-No... al�jate... -murmur� asustado mientras temblaba en el suelo, sudando-. Por favor...

-Debes aceptar tu destino. El H�roe del Tiempo no era m�s que un ni�o del bosque y supo aceptarlo de manera sorprendente, salvando esta tierra. Haz t� lo mismo. Cuando est�s preparado, acude al castillo de Hyrule. No tardes.

Lo �ltimo que vio antes de desmayarse fue a la valerosa guerrera desaparecer por la puerta de su casa, tan silenciosamente como hab�a llegado.
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MensajePublicado: Vie Mar 27, 2009 8:12 pm    T�tulo del mensaje: Responder citando

Cap�tulo 5 El comienzo de un nuevo viaje


Un p�ramo oscuro, calzinado, des�rtico, se extend�a m�s all� del horizonte. El astro rey era el �nico que visionaba aquella escena desolada, como un espectador del horror. De fondo, pod�an o�rse los sollozos femeninos de una

voz aguda, que har�a palidecer al m�s valiente, clamando por una vida perdida... por miles de vidas perdidas. S�lo hab�a algo que destacaba en medio de aquel desastre: un gran agujero. Un agujero negro, en medio de todo

aquello, como un gran cr�ter donde las llamas ya se hab�an extinguido. Las mismas visiones una y otra vez se repet�an en su mente cada vez que intentaba conciliar el sue�o.

-Hijo... quiz� deber�as ir al castillo...-aconsej� la madre.

-S� que debo ir tarde o temprano. Pero necesito asimilar todo esto.

Hac�a un d�a que Impa hab�a visitado aquella casa, dejando la incertidumbre en medio de aquella familia. Desde entonces, Adriel hab�a ido recuper�ndose poco a poco de la conmoci�n, aunque com�a poco y se pasaba las noches en vela.

A estas alturas, ya se hab�a planteado ir y hab�a sabido verle el lado bueno a la situaci�n. Partir en alg�n tipo de misi�n era una prueba a sus habilidades y su val�a, algo que siempre hab�a querido.

-Me siento muy mal haciendo esperar a Impa y a la princesa. Quiz� vaya esta misma tarde.

-Me parece bien, hijo.

Dud� de sus palabras durante varias horas a lo largo del d�a pero, finalmente, con una espada que le hab�a acompa�ado en todos sus entrenamientos personales y con un escudo hyliano de su padre, parti� al castillo. Ya sab�a el

camino de memoria. Hab�a ido varias veces a la ciudadela los d�as de mercado y a las diferentes actividades de ocio. Le gustaba en particular la bolera bombchu y el tiro con arco, hasta el punto de llevarse varios premios. Tambi�n se hab�a

interesado por el negocio de las m�scaras felices, pero el due�o hac�a meses que hab�a cerrado su tienda y ahora no la utilizaba nadie. Recorri� las verdes praderas de Hyrule con rapidez, cruzando el r�o, hasta llegar a las puertas de la

ciudad. Hac�a un d�a bastante espl�ndido, ideal para aprovecharlo, y ello le dio �nimos. Como era de esperar, la ciudad estaba abarrotada. Los alegres hylianos paseaban, hablando, comprando y disfrutando de los tiempos de paz. Sin

quererlo, Adriel recordaba para s� la leyenda del H�roe del Tiempo, sabiendo que �l visit� este lugar y comparti� los mismos caminos que �l estaba utilizando en ese momento. Sin quererlo, se distrajo unos distantes, mirando pensativo los diferentes carteles de la ciudad, las miradas y las sonrisas de la gente y el apacible cielo que los rodeaba a todos. Pero, finalmente, lleg� al camino que le conducir�a al castillo. Como era de esperar, dos guardias le retuvieron.

-�Alto, no puedes pasar a menos que tengas una audiencia previa!-exclam� uno.

-Soy Adriel, hijo de Shiro, capit�n de los soldados de Hyrule, tengo permiso de mi padre-anunci� con seriedad.

Lo soldados se miraron un momento.

-De acuerdo, pasa, aunque tu padre no est�.

-Lo s�, vengo a hacer un encargo.

Era de su conocimiento que su predecesor hab�a tenido que sortear a los guardias del castillo para poder ver a la princesa. Pero �l llevaba cierta ventaja en casi todo. Ten�a m�s influencia, m�s entrenamiento, m�s edad y m�s

fortaleza que cuando �l empez�. Fue en ese momento, mientras caminaba el trozo que le separaba del puente levadizo cuando comenz� a pensar qu� querr�an exactamente Zelda e Impa de �l. Quiz� no era nada importante, o tal vez era una misi�n peque�a, o puede que un encargo. Medit� en las palabras de la guerrera seikah. "Ha muerto. El H�roe del Tiempo no era m�s que un ni�o del bosque y supo aceptarlo de manera sorprendente, salvando esta tierra. Haz t� lo mismo. Cuando est�s preparado, acude al castillo de Hyrule.". Dichas palabras le segu�an pareciendo extra�as. Y sin embargo all� estaba. Pronto, penetrar a fondo en el castillo fue imposible debido a la seguridad y le reclamaron qu� quer�a

exactamente.

-Tengo un encargo para Impa-se le ocurri� decir.

-�Un encargo para m�?-pregunt� una femenina pero grave voz de pronto.

La cuidadora apareci� por uno de los pasillos laterales del castillo y le dirigi� una r�pida mirada a Adriel, sonriendo para sus adentros.

-As� es.

-Acomp��ame entonces.

Los guardias, como movidos por un mecanismo, se apartaron y Adriel qued� libre. Sigui� inseguro a la mujer a trav�s de varios pasillos hasta llegar a unos peque�os jardines en cuyo final se encontraba una mujer con un vestido de tonos ros�ceos apoyada en una ventana, como si espiara el interior del castillo. El jard�n era hermoso, recorrido por un riachuelo y rodeado por varios muros de blanca piedra. La chica de la ventana a�n quedaba lejos y, sorprendido, vio como Impa se dirig�a a ella.

-Ya hab�is llegado. He estado compartiendo tus pesadillas durante estas dos noches-dijo la chica con una dulce pero seria voz.

-�Qui�n eres?-pregunt� Adriel temiendo la respuesta.

Entonces, dej� de mirar a la ventana y se gir�. La chica no tendr�a m�s de trece a�os. En la parte delantera de su vestido, luc�a el s�mbolo de la Familia Real de Hyrule: la Trifuerza rodeada de un f�nix rojo. Sus cabellos rubios ca�an por sus hombros sin llegar a cubrirlos y sus ojos azulados miraban con el ce�o fruncido al frente. Por �ltimo, en su mano izquierda, pod�a verse una marca triangular, cuya parte derecha brillaba tenuemente, eclipsada ahora por el sol.

-Soy la princesa Zelda-anunci�-. Gracias por venir, ten�a la esperanza de que lo hicieras.

Adriel no supo que decir. Ante �l se encontraba nada menos que la mism�sima princesa de Hyrule. No supo como reaccionar, si ten�a que arrodillarse, si inclinarse o quiz� besarle los pies. Acab� optando por no hacer nada.

-Te preguntar�s por que quer�amos que vinieras. �Est�s dispuesto a escuchar lo que tengo que decirte?

Tard� un poco en responder.

-S�...-titube�.

-Impa me ha dicho que te coment� que el H�roe del Tiempo hab�a muerto en alg�n tipo de problema ocurrido durante su misi�n m�s all� de Hyrule. Creemos que hay una forma de que podamos salvarle.

-�C�mo?

-Poco sabemos del viaje de Link, de a d�nde fue a parar y lo que hizo, ni siquiera cuales fueron sus problemas. Pero si sabemos que us� repetidamente la Ocarina del Tiempo, el tesoro sagrado de la Familia Real, para echar atr�s el tiempo, no sabemos con qu� fin. La canci�n que tocaba para ello era la Canci�n del Tiempo, una melod�a secreta y poderosa. Si alguien recuperase la Ocarina y tocase esa canci�n, podr�a retroceder el tiempo y tener una oportunidad para

ayudarle a sortear el problema. Sabemos que lo mat� un monstruo en medio de un desierto de arena que le superaba en m�s de diez veces su tama�o y poco podr�a hacer una simple ayuda como la tuya.

-�Entonces?

-Es una posibilidad remota, pero existente. Queremos que vayas all�, recuperes la Ocarina del Tiempo. Link retroced�a el tiempo hasta un m�ximo de 72 horas. Una vez la recuperes, toca la canci�n. Retroceder�s esas horas, y tendr�s al menos un d�a para poder hacer algo. Siempre podr�as volver a tocar la canci�n para volver a ese punto.

-Puedo tocarla varias veces para seguir volviendo.

-No se puede, cada vez que la tocaba, volv�a al mismo punto de partida. M�s all� de esos tres d�as, no podr�s ir. Ten en cuenta que, cuando retrocedas, aparecer�s en Kakariko.

-�Eso es todo?

-Para nada. Escucha atentamente. Cuando recuperes la Ocarina, debes tocar la canci�n. Despu�s, debes buscar al vendedor de m�scaras felices.

-No s� donde est�.

-Sabemos que cuando parti� de Hyrule lo hizo en su misma direcci�n. Esta es la parte m�s dif�cil del plan. Es esencial que encuentres a ese hombre.

-�Qu� direcci�n sigui�?

-Hacia m�s all� de los bosques. Los bosques sobrepasan los l�mites de Hyrule. No s� como explicarlo pero, de alg�n modo, ambos debieron llegar a una especie de reino paralelo. Los bosques encierran muchos misterios, as� que deber�s tener cuidado y saber por d�nde pisas.

-Entiendo...

-Cuando lo encuentres debes darle esta carta-conforme dec�a esto, la princesa le alarg� un sobre con el sello de la Familia Real-. A partir de ah�, debes seguir las instrucciones que se encuentren dentro. Hasta entonces, no habras el sobre. Si por alg�n motivo el hombre te huye, retenlo y dile que te cuente lo que ha le�do, �de acuerdo?

-S�...

-Por nada del mundo el H�roe del Tiempo debe cruzarse contigo. Cuando retrocedas el tiempo, el elegido por las diosas volver� a ser �l. Esto puede generar confusi�n. Las diosas son atemporales y jugar con el tiempo puede acarrear malas consecuencias. Hay que ser r�pido. Una vez hagas lo que tengas que hacer, vuelve a Hyrule. Si todo sale bien, la Trifuerza del Valor no deber�a volver a tu mano y Link podr� continuar con lo que estuviera haciendo, con �xito espero.

-De acuerdo.

-Eso es todo.

-Una pregunta m�s, princesa. �Por qu� yo?

-�No es obvio?�Qui�n puede salvar al H�roe del Tiempo si no es su propio sucesor? Las cosas funcionan as� y siempre han salido bien as�, Adriel.

-Lo s�... todo es tan... confuso...

-Ya. Pero no hay tiempo. Debes partir ya a los bosques perdidos. Impa te acompa�ar� hasta all�.

Con la seriedad en su rostro, como durante toda la conversaci�n, Zelda volvi� la vista a su ventana mientras �l se marchaba con Impa al interior del castillo. Recorrieron en silencio no s�lo los pasillos, sino la ciudadela y gran parte de las llanuras de Hyrule, m�s all� del Rancho Lon Lon, donde el castillo apenas se dibujaba en el horizonte. Adriel no paraba de intentar ordenar sus pensamientos, de afrontar su nueva y disparatada situaci�n, pero no pod�a. Cu�nto m�s lo pensaba, m�s imposible le parec�a. La leyenda cierta, �l salvar a su protagonista, elegido por las diosas... era sencillamente impensable. Pero todo encajaba tan bien...

Mientras se desped�a de Impa en la entrada de los bosques perdidos, los engranajes del destino volv�an a rechinar.
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MensajePublicado: Vie Mar 27, 2009 8:13 pm    T�tulo del mensaje: Responder citando

Cap�tulo 6 Un mundo desolado


Eran en verdad como contaban las leyendas. Los bosques perdidos no eran m�s que una mara�a de �rboles que se repet�an sin cesar cubri�ndolo todo de una oscuridad m�gica y misteriosa que engull�a a casi todo aquel que osaba adentrarse. Pero no hab�a silencio. De vez en cuando, una m�sica parec�a escucharse, como de una flauta, tocando una alegre canci�n e incluso unas risas procedentes de alg�n lugar lejos de �l. Al principio intent� guiarse, pero abandon� la idea a los pocos minutos. Con el paso del tiempo, comenz� a sentir miedo. Intent� controlarse. Si el miedo le dominaba, se perder�a para siempre en este profundo bosque. Seg�n hab�a o�do, si te perd�as en �l por varios d�as, acababas formando parte del mismo como una criatura m�s, como parte de un ej�rcito maldito. �Qu� hizo Link en su lugar? Seguramente caminar con firmeza, con valor, para hacer frente a lo que fuese. Debati�ndose con estos pensamientos, camin� a trav�s de los �rboles, buscando claros e intentando buscar una evidencia de alg�n tipo de portal m�gico o algo as�. Pero tampoco sab�a exactamente que buscaba. Absorto en sus pensamientos, no se dio cuenta de que una criatura extra�a hab�a aparecido ante �l. Era un ser de baja estatura, un poco menos que �l, y llevaba ropas rojas y amarillas muy llamativas, as� como un sombrero rojizo que casi le tapaba el rostro. Un rostro oscuro, como un ser sin cara. Se sobresalt� al verle.

-Ho... hola...-salud� Adriel casi temblando.

-�Hola!-exclam� alegre el ser-�Qui�n eres?

-Me llamo Adriel.

-Encantado. �Qu� haces en estos bosques?

Por alg�n motivo, se extra�� de que el ser fuera tan sociable y se temi� alg�n tipo de trampa, aunque parec�an estar solos.

-Un chico de ropajes verdes y un hombre que vende m�scaras pasaron por aqu� y fueron a parar a un extra�o mundo. El de ropajes verdes se llama Link, no s� si lo conoces.

-�Link!-exclam� sobresaltando de nuevo al temeroso joven-. �Claro!�Qu� le pasa?�Es un amigo!

-Calma, calma. Me env�an a ayudarle, le ha pasado algo muy malo.

-Chico, pensaba gastarte una broma y divertirme un rato, pero lo que dices es muy serio muy serio-la criatura hablaba r�pido, nerviosa-. Link tiene prioridad, �la tiene!

-S�. Por eso, debo de saber a donde fue y as� poder ayudarle. �Entiendes?

-�Lo entiendo! Mis compa�eros se van a enfadar, quer�amos que fueras nuestro nuevo amigo, pero debes ayudar a Link, debes ir a ayudarle. Link fue a T�rmina. Fue all�.

-�T�rmina?�Puedes decirme como ir?

-�S�gueme!

El extra�o ser comenz� a correr hacia el interior del bosque, sorteando obst�culos con facilidad y saltando de rama en rama incluso, dando muestra de una incre�ble agilidad. Adirel comenz� a correr a�n sorprendido con toda la velocidad que pod�a.

-�No me pierdas, Adriel, amigo!�S�lo los que saben el camino a T�rmina o los que son guiados a su entrada pueden llegar!�No te pierdas!�No!

-�Lo intento!-grit� jadeando.

Y as� era. Seguir a tal personaje era bastante dif�cil. Hab�a momentos en los cuales solo se guiaba por su extra�a voz y los ruidos que hac�a al saltar. Finalmente, se detuvo frente a un gran �rbol hueco. Era bastante grande y grueso y no solo era hueco por dentro, sino que parec�a estar situado sobre una especie de abismo, como un gran agujero en la tierra de unos tres metros de di�metro cuyo fondo no pod�a ver. Adriel se asom� con cuidado sintiendo un repentino v�rtigo.

-�Por ah� es! �Por ah� llegar�s a T�rmina!-se�al�.

-Oye, no es por desconfiar de t� pero, �seguro que no es una broma como la que me dec�as antes?

-�No! �Para nada! �Por ah� llegar�s a T�rmina! �Cr�eme!

-Pero...

Y entonces, fue empujado por el mismo ser de improvisto. La ca�da le dio bastante impresi�n y, por un momento, maldijo a aquel bicho, fuera lo que fuera. Cay� al vac�o, rodeado de oscuridad, durante unos minutos. Por un momento, le pareci� flotar, aunque eso no hizo que perdiera el miedo, hasta que vio de nuevo la luz. Pens� que tal ca�da lo matar�a en el acto, pero golpe� el blando suelo con suavidad. El sitio donde estaba se asemejaba a un gran �rbol hueco, con una peque�a obertura m�s adelante. Desconcertado y sin dejar de observar por todos lados, camin� hacia dicha obertura. Atraves� un pasillo que se retorc�a sobre s� mismo en el cual, conforme caminaba, la gravedad se iba adaptando a su paso, como si hubiera sido totalmente recto y, finalmente, unas puertas ennegrecidas, como si hubieran sido calcinadas. Antes de intentar abrirlas, pens� que, al fin y al cabo, aquel ser de los bosques le hab�a dicho la verdad y, con algo de miedo, trat� de hacer palanca con la espada para abrir las pesadas puertas. Poco a poco, comenzaron a moverse. Se le ensuciaban de negro debido a la puerta. Realmente hab�an sido sometidas a fuego intenso de alguna manera, como si hubiese habido una fuerte explosi�n. Mientras pensaba en ello, finalmente, las abri� y la luz le golpe� en la cara de pronto. Inseguro, dio unos pasos hacia el exterior hasta que sus ojos se adaptaron de nuevo a la luminosidad intensa y mir� a su alrededor. La imagen era sobrecogedora. Era como en sus sue�os. Una tierra desolada por el fuego, calcinada hasta los cimientos, sembrada de muerte, y en medio, un enorme cr�ter, profundo, el centro de toda destrucci�n. Y �l en medio.

-�Por las diosas!�Qu� ha pasado aqu�?-pregunt� a los cielos sin salir de su asombro.

Camin� unos minutos, recorriendo el cr�ter de punta a punta, intentando buscar un indicio que le dijera lo ocurrido, pero no obtuvo ninguna respuesta. Pudo eso s� encontrar restos de alg�n tipo de construcci�n. Ladrillos, piedras con cierta forma, unos engranajes, restos de madera quemada, piezas de metal de alguna armadura, etc.

-Aqu� hab�a una ciudad... aqu� viv�an personas... �qu� o qui�n ha hecho esto?

Mir� al cielo buscando una respuesta, pero se encontraba completamente solo.

-�Y d�nde se supone que mataron a Link?-se pregunt� agitado.

Record� entonces las palabras de Zelda: "Sabemos que lo mat� un monstruo en medio de un desierto de arena". �Desierto de arena? Todo parec�a un gran desierto de color negro y marr�n, e incluso rojizo. �D�nde se supone que ten�a que buscar? Despacio y con cierta dificultad, sali� del cr�ter y ech� un vistazo a su alrededor. Al norte, pudo distinguir algunas monta�as, cubiertas por un manto negro, bastante amenazantes. Al sur, la tierra se ennegrec�a a�n m�s y pudo distinguir restos de �rboles calcinados. M�s all�, vio la silueta de una monta�a similar a la Monta�a de la Muerte, pero tambi�n cubierta de un manto negruzco. Al oeste, un basto desierto que se perd�a en el horizonte, de un marr�n muy oscuro. Y al este, una serie de relieves rocosos, detr�s de los cuales pod�a dibujarse, muy lejos, la silueta de una especie de torre semiderru�da. Repas� cada lugar concienzudamente, separ�ndose del cr�ter y acerc�ndose con cuidado.

-Creo que est� claro. Lo m�s parecido a un desierto est� al oeste.

Por la arrasada llanura de T�rmina, Adriel, desconociendo lo sucedido, camin� rumbo oeste, solitario, como un visitante del apocalipsis, la �nica forma de vida en varios kil�metros. S�lo el silencio le acompa�aba, de momento al menos.
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MensajePublicado: Vie Mar 27, 2009 8:13 pm    T�tulo del mensaje: Responder citando

Cap�tulo 7 Tierra de muertos


La arena comenz� a crujir bajo sus pies no bien hubo caminado media hora. Le chocaba un poco que hubiera un desierto tan cerca de la ciudad, pero no se detuvo a meditarlo. Quiz� esta tierra era diferente en muchos aspectos, no sab�a donde se estaba metiendo, as� que no le dio importancia. Camino sobre la arena largo rato hasta que lleg� a un gran desnivel. Se dio cuenta que despu�s de ese desnivel, el nivel del suelo segu�a descendiendo dr�sticamente, hasta perderse en el horizonte con el mismo desierto. Pese a ello, continu� su andadura por aquel paraje arenoso durante al menos media hora.

-Quiz� deber�a ir viendo si la Ocarina del Tiempo est� por aqu�-dijo mientras revisaba el suelo que iba pisando.

Redujo la marcha para inspeccionar mejor el suelo, hasta que de pronto, vio algo que sobresal�a a lo lejos. Animado, corri� hacia all�.

-�No puede ser! �Qu� suerte!

Lleg� en apenas unos segundos y se puso a escarbar en la oscura arena hasta que sac� el objeto. Desilusionado, vio que era una especie de concha marina.

-�Qu� hace una concha en medio del desierto?

Entonces, lo comprendi�. No era el desierto. Era el mar. Pudo corroborar su hip�tesis cuando encontr� m�s conchas de diferentes tipos y algunas formaciones rocosas con restos de animales muertos pegados a ella.

-Es como si una llamarada de fuego se hubiera engullido esta tierra-dijo, y mir� hacia el cr�ter, aunque no pod�a verlo bien desde su posici�n-. Algo cay�... y destruy� todo a su alrededor... como una gran bola de fuego...

Vislumbr� usando su imaginaci�n como una bola llameante gigante chocaba contra una ciudad y, del impacto, una explosi�n engull�a el resto del mundo, calcinando las monta�as, quemando los bosques, evaporando el agua...

-Al norte, monta�as. Al sur, los bosques. Al oeste, el oc�ano. Al este... el color de la tierra era m�s marr�n de lo normal. La parte m�s oscura, el bosque... hay m�s vegetaci�n... la parte m�s clara... no hay...

Conforme su mente discurr�a a toda velocidad, sus pasos era m�s r�pidos, hasta que se vio as� mismo corriendo a toda prisa hacia el este de T�rmina, donde varias formaciones rocosas y un relieve un tanto accidentado con una capa de un marr�n muy oscuro se extend�a hacia donde se perd�a la vista. Entre las diferentes formaciones y altiplanos, hab�a un camino claramente definido, que circulaba por medio de un acantilado. Lleg� un punto en el que no pudo pasar, pues hab�a una falla con un desnivel muy alto por el que segu�a el camino. Mir� a varios lados para ver como pod�a subir, y al final tan s�lo se le ocurri� escalar con cuidado. Hab�an varias grietas oscuras por todas partes, probablemente roturas por la gigantesca explosi�n, que Adriel aprovech� para continuar su camino. Pero pronto volvi� a encontrarse con el mismo problema. Estaba entre varias elevaciones grandes, cubiertas de tierra oscura. En las que ten�a a izquierda y derecha, hab�a unas grandes oberturas, que pod�an unirse con una l�nea, una l�nea curiosamente marcada en el suelo por trazos distintos y un color ligeramente diferente.

-Un r�o. Por aqu� circulaba un r�o. Esto es un ca��n.

Como guiado por una misteriosa fuerza, escal� con furia los diferentes desniveles durante al menos una hora. Se cay� algunas veces, sufri� rozaduras, se torci� una u�a, se rasg� la ropa... pero finalmente, sorte� el obst�culo. Frente a �l se encontraba un panorama desolador. El aire ol�a a tierra quemada y a sangre, sangre de muertos de tiempo atr�s. La tierra se extend�a m�s all� y el relieve segu�a siendo igual de accidentado. Pero lo que m�s le llam� la atenci�n fue la torre derru�da que pudo ver a lo lejos desde el cr�ter. Era una gran torre de piedra, muy oscura, y parec�a que le hab�an derribado, pues solo estaba constru�da parcialmente. Camin� por el lugar, con una mala sensaci�n en el cuerpo. Se sinti� como observado, sin saberlo explicar. Not� una presencia a su lado de pronto y, cuando se gir�, con el coraz�n agitado, observ� a un ser o un hombre, no lo ten�a muy claro, cubierto con una t�nica y capucha marr�n que no dejaba verle el rostro. Una espada peque�a pod�a verse en cada mano.

-�Qui�n eres?-inquiri� el ser apunt�ndole con una de sus espadas y con una voz que parec�a salir de lo m�s profundo de los infiernos.

-Me llamo Adriel, no soy enemigo.

-Eso lo decidir� yo. �A qu� vienes? Esta es una tierra de muertos, los vivos no son bienvenidos.

-Vengo a ayudar a un amigo, pero no s� si vino aqu�. Vest�a ropajes verdes.

-Ah, s�. Lo he visto. Fue a la torre de piedra. Pero no volvi� y, en unas horas, el fuego cubri� T�rmina. Habr�a muerto, como todos.

-Perdona que te pregunte pero, �qu� ha pasado?

-Ya dec�a yo que era raro un vivo aqu�. Lo siento, pero mi sabidur�a no es gratis. �En guardia!

El ser alz� sus espadas y se abalanz� hacia Adriel. Con dificultad, lo esquiv� ech�ndose a un lado, momento en el que aprovech� para sacar el escudo y empu�ar su espada. Nunca hab�a estado en un combate de verdad.

-�Podr�s contra un Garo?

-No s� que es, pero bueno-dijo no muy seguro esperando un ataque.

Le rode� unos segundos estudi�ndole, mientras Adriel esperaba un ataque para aprovechar un contraataque r�pido. Era lo m�s seguro ante un enemigo desconocido y confiado. En poco tiempo, la criatura dej� de dar vueltas y se lanz� en embestida contra �l, momento en el cual alz� el escudo y las espadas rebotaron, desestabilizando el equilibrio del extra�o personaje. Aprovech� entonces para golpear con el escudo, tir�ndole al suelo y hundiendo su espada en su cuerpo poco despu�s. Sorprendido de s� mismo, sonri� y mir� a su desconcertado asaltante.

-Ya s� la respuesta.

-Muy bien, me has ganado. Te contar�.

-Escucho-asinti� sin envainar su espada.

-Bien. Parece ser que un ser hab�a robado un misterioso poder que hizo que la luna se precipitase sobre T�rmina y maldijo cada una de las zonas de esta tierra para encerrar a los esp�ritus protectores, aquellos que pod�an hacer algo para detenerle. Y al final, acab� cayendo, sucumbiendo esta tierra bajo las llamas. De t� depende creerme o no.

-�Y qu� hay del chico con ropajes verdes?

-Fue a la torre de piedra. Fue primero al castillo de Ikana, situado al sur, y luego a la torre, al oeste. Anduvo por aqu� ayudando a un padre y a su hija que viv�an aqu� en una casa.

-�Qu� hay en la torre?

-Un templo... sobre el cual ese ser ech� la maldici�n y encerr� a uno de los esp�ritus.

-�Hay un desierto?

-�D�nde?

-�No lo s�!-casi grit� mientras las piezas encajaban en su mente-. Bajo el templo, bajo la torre, al lado, cerca, dentro, el chico de las ropas verdes luch� contra un monstruo en un desierto.

-Nunca entr�. Tendr�s que averiguarlo por t� mismo.

Y sin dar tiempo a emitir otra respuesta, se desvaneci� en el aire. Ahora todo encajaba. El H�roe del Tiempo lleg� a T�rmina. Descubri� que la luna iba a destruirlo todo. Intent� salvar a los esp�ritus para evitar la hecatombe, pero quiz� no le daba tiempo y por eso echaba el tiempo atr�s. Y sucumbi� ante el �ltimo lugar al que deb�a acudir, pues horas despu�s la luna cay�, destruy�ndolo todo. Eso era. Todo coincid�a. Ahora solo deb�a entrar en el templo de la torre de piedra y verificar todo aquello. Con decisi�n y con un renacido esp�ritu, avanz� hacia la derru�da torre. Lleg� en apenas veinte minutos. M�s que torre, era un mont�n de bloques de piedra apilados junto a un mont�n de escombros de considerable altura. Pese a ello, era mucho m�s f�cil subir por aqu� que escalar el ca��n. De bloque en bloque y con paciencia, comenz� a escalar la torre. La brisa segu�a empapada de sangre y fuego. Tierra de muertos, de esp�ritus, de masacres, malditas por un antiguo poder. Y all� estaba �l, escalando los restos de un antiguo imperio en busca de una misi�n encomendada por el destino. Ahora lo ve�a m�s claro que nunca. No ten�a miedo a nada. Aceptar su destino y cumplir con su misi�n, seguir pese a las adversidades. Ese era el secreto del H�roe del Tiempo. Afrontar lo que fuese, por muy peliagudo que fuese, con serenidad, con fuerza, con valent�a. Y as� lleg� frente a una gran puerta derruida, en lo alto de la torre. La entrada al templo. Los engranajes volv�an a sonar, mientras el elegido por las dioses penetraba en el interior, rodeado por un reguero de muerte.
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MensajePublicado: Vie Mar 27, 2009 8:13 pm    T�tulo del mensaje: Responder citando

Cap�tulo 8 24 Horas

El interior del templo estaba habitado por la oscuridad m�s siniestra. Adriel parec�a o�r voces a su alrededor conforme penetraba en su interior. Pod�a imaginar a Link aqu�, luchando contra enemigos, mientras penetraba m�s y m�s hacia su fatal destino. Descendi� algunos pisos, varios, y atraves� varios pasillos, algunos de ellos sin salida, pero el fuego hab�a llegado a todos lados. Vio cad�veres de criaturas extra�as y algunas paredes semiderru�das, hasta que finalmente lleg� a una habitaci�n enorme cuyo suelo se hab�a desprendido parcialmente. Se asom� y entonces, algo le sacudi� la cabeza, como cuando lleg� a este lugar. Visiones de sus pesadillas, el desierto, los gritos de una voz de mujer que sonaban a lamento, el dolor, la muerte... Un enorme desierto se extend�a bajo el suelo, a unos veinte metros por debajo de �l. Lo hab�a encontrado. Lo sab�a. Sin pensarlo, cay� al vac�o, golpeando su cuerpo contra la blanda arena. El viento apenas soplaba y el final del desierto era dif�cil de ver en casi todas direcciones, exceptuando hacia el sur, donde se ubicaba la torre de piedra. Junto a �l hab�a un gran ciempi�s de unos veinte metros de longitud y dos de ancho, con varias patas, completamente quemado de arriba abajo, muerto, ennegrecido. El fuego le hab�a matado a �l tambi�n. Ese era sin duda el monstruo que hab�a asesinado a Link. Lo mir� durante unos segundos, exhausto, pensando en el horror que deb�a de haber pasado. Por un momento pens� en buscar el cuerpo, pero ser�a in�til. Si no lo despedaz� la enorme criatura, desapareci� bajo las llamas que hab�an asolado T�rmina. Por un momento, temi� que la Ocarina del Tiempo hubiese sufrifo el mismo destino, as� que comenz� a buscarla con toda la rapidez que pudo. Tard� m�s de lo que cre�a. Recorri� el lugar varias veces, mir� bajo el cad�ver del asesino del H�roe del Tiempo, escarb� en la arena y revis� todos los �ngulos... hasta que por fin la vio. Se encontraba en las fauces del animal, incrustada en una de sus enc�as, pero estaba intacta, algo ennegrecida tan s�lo. Cuando la toc�, una serie de im�genes recorrieron su cabeza y una voz golpe� su mente.

-�Me oyes?-susurr� la voz, muy familiar.

-�Qu� pasa?-Adriel se sent�a mareado y extra�o.

-Soy Zelda. Me comunico contigo telep�ticamente. Has hecho un buen trabajo, encontraste la Ocarina del Tiempo.

-Gracias.

-Bien, te ense�ar� la Canci�n del Tiempo.

-S�, princesa.

-Bien, escucha.

Para no marearse, cerr� los ojos. Pronto, unas notas musicales, diecis�is en total, se entonaron en su mente. La melod�a le resultaba familiar, y ten�a una extra�a aura de misterio. Sinti� que ser�a imposible olvidarla.

-Cuando vuelvas atr�s en el tiempo, busca al vendedor de m�scaras. No lo olvides.

Crey� desmayarse sobre la incinerada arena del lugar cuando la presencia de la princesa se desvaneci� de sus pensamientos. Con dificultad y bastante cansado, se irgui� a la vez que guardaba la Ocarina en uno de sus bolsillos. Antes de marcharse, ech� un vistazo al �rea por �ltima vez. As� que aqu� muri� el H�roe del Tiempo. Aqu� luch� por la vida de un mont�n de personas y muri� por ellas. Su acci�n no ser�a en vano, pues �l har�a lo posible por arreglar aquel fallo del destino.

Se sent�, bastante agotado. Se ech� un vistazo as� mismo. Estaba sucio, con heridas feas y ennegrecidas, rasgu�os por todos lados y la ropa rasgada, adem�s de un gran agotamiento f�sico. Pero eso no importaba, deb�a cumplir su misi�n. Cuando fue a sacar la Ocarina, se meti� la mano en el bolsillo equivocado y sac� el sobre. Lo mir� durante unos instantes y record� que Zelda le hab�a dicho que no lo mirase. Sin pensarlo mucho, lo rasg� y ley� su contenido.

Vendendor de M�scaras Felices, te habla la princesa Zelda. Lee atentamente lo que pone a lo largo de este papel. Necesito tu ayuda. Debes recordar al chico de verdes ropajes que acud�a a tu tienda

no hace mucho. Est� en alguna tierra lejana, lejos de Hyrule. Ruego a las diosas que lo hayas visto y que vuestro destino sea el mismo, pues para salvar su vida, necesito una de tus m�scaras. De lo

contrario, morir� sin remedio, est� escrito y lo he visto. Este chico, Adriel, me representa, tiene como prueba que porta la Ocarina del Tiempo. Entr�gale la m�scara del Gigante, s� que la tienes en tu posesi�n.

Hazlo, te lo imploro, te pagar� por ello.

Firmado, Zelda

Querido Adriel: s� que ibas a abrir el sobre. Siento haberte tendido esta trampa, pero era necesario que lo abrieras. Si lo has hecho es que te has percatado de que si echas hacia atr�s el tiempo, jam�s

me habr�s conocido, ni a mi ni a Impa, ni habr�s recibio esta carta. En tus posesiones, solo conservar�s la Ocarina del Tiempo, dado que es un objeto atemporal. Lo siento, pero si hubieras sabiedo que

tus acciones perecer�n en el olvido, tal vez no habr�as sido capaz de afrontar esta misi�n de las diosas. Por favor, lee atentamente. La m�scara del Gigante dar� al H�roe del Tiempo la victoria. Ya sabr�s

por el camino que ha debio de pasar para llegar hasta su tumba. Debes adelantarte y colocar cerca la m�scara para que la encuentre. No se habr� percatado de la p�rdida de la Ocarina. No se me ocurre

nada para solucionar este entuerto, dejo en tus manos que se la devuelvas sin que repare en que la perdi�. S� que es dif�cil, pero seguro que encontrar�s aquello que te empujar� a continuar cumpliendo con

tu destino. �l lo hizo. T� tambi�n. Conf�o en t�, Adriel.

Hasta nunca.

Reley� la carta varias veces. No pod�a evitarlo. Se sent�a como una marioneta, una herramienta del est�pido destino. Por supuesto, podr�a elegir no hacer nada. Pero ser�a cruel. Pens� entonces en Link y en la leyenda que le rodeaba. �l seguramente se habr�a sentido igual. Manejado por el destino, sin opci�n, sin otro camino que seguir. Pero continu� adelante pese a todo. Salv� Hyrule de la destrucci�n total y nadie lo sabe. Y ahora ha muerto en el m�s absoluto de los anonimatos por intentar salvar un pu�ado de vidas. As� eran los h�roes de verdad. No es necesario poseer una gran destreza, ni una gran fuerza, ni ser un superhombre. Un h�roe es aquel que cumple con su destino, que lucha por la justicia y que no le importa caer en la desgracia o sufrir a cambio de que otros sean felices. As� era Link. Y su sacrificio no iba a ser en vano por culpa de un ego�smo inmaduro y tonto. Ech� un �ltimo vistazo al desolado paisaje y, con decisi�n, enton� la Canci�n del Tiempo con la Ocarina.

Al terminar de salir el �ltimo soplido por uno de los agujeros del instrumento, se not� muy extra�o, como si se paralizara todo, sobre todo �l. Y de pronto, im�genes. Muchas im�genes, sin sentido por todos lados, sin coherencia, movi�ndose hacia atr�s, caus�ndole conmoci�n a cada paso. Toneladas de informaci�n pasando a velocidades vertiginosas, sin organizaci�n ni orden alguno. Y entonces, una gran llama de fuego lo cubr�a todo, acend�a hac�a arriba... Adriel termin� por cerras los ojos para no angustiarse y dej� que todo siguiera pasando veloz a su alrededor. Y de pronto, todo se detuvo. Con miedo, abri� los ojos. Todo estaba en silencio y oscuro. Y balndo. Se encontraba en una cama. Su cama.

Se alz� r�pido y mir� a su alrededor. Estaba en su casa, en Kakariko. Era de noche, y recordaba esa noche. En dos d�as iba con su padre a la escuela de adiestramiento y cuando, a la hora de comer, se le aparec�a la Trifuerza del Valor en su mano. R�pidamente se mir� la mano. No estaba all� la marca. Tampoco ten�a el sobre con la carta, tan s�lo la Ocarina del Tiempo. Link estaba vivo. No deb�a perder tiempo. Sin decir nada, cogi� el mismo escudo y la misma espada y parti� con toda la velocidad que pudo a los bosques perdidos. En veinticuatro horas, es decir, a la noche siguiente, el H�roe del Tiempo morir�a sin remedio. No si �l pod�a evitarlo.

Y los engranajes giraron de nuevo.
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MensajePublicado: Vie Mar 27, 2009 8:14 pm    T�tulo del mensaje: Responder citando

Cap�tulo 9 Contrarreloj

El extra�o ser del bosque ten�a mucha raz�n. Incluso al anochecer, si sabes el camino, es imposible perderse en los bosques. Recordaba cada rinc�n y cada sitio, as� que no le cost� mucho encontrar el �rbol hueco. Corri�, sudando, agitado, mientras la garganta le chillaba de dolor. Sin pensarlo, salt� al hueco y, tras la extra�a ca�da, continu� casi sin fuerzas hasta las puertas de T�rmina. Hab�a atravesado las llanuras de Hyrule de noche casi sin percatarse. Recordaba que siempre se mor�a de miedo por los Stalchid, pero esta vez ni repar� en ellos. La entrada no estaba calcinada, luc�a un color blanco y estaba recubierto por algunas plantas reptadoras. Haciendo palanca de nuevo, las abri�, pero esta vez, el sol no le golpe� en la cara. Se encontraba, por as� decirlo, dentro de un reloj. Estaba rodeado de cuatro paredes, entre las cuales hab�a un gran mecanismo basado en engranajes de madera, movidos por la energ�a de un peque�o riachuelo al cruzar el lugar. El ruido del reloj retumbaba en el interior. Extra�ado, ascendi� por unas escaleras hasta llegar a una puerta de madera, sin dejar de asombrarse por el tama�o de aquella maravillsa de la ingenier�a.

-Hola, peque�o. �De d�nde vienes?-dijo una sonriente voz a sus espaldas, asust�ndole.

No pudo creer su suerte cuando se gir�. Era el vendedor de m�scaras, con una gran mochilla repleta de ellas a su espalda. Como siempre, miraba con una gran sonrisa y unos ojos achinados debido a esta mueca.

-Te andaba buscando. Soy Adriel, era cliente tuyo en Hyrule.

-Oh, s�, te recuerdo. Dime, �qu� quieres de m�?

-Tengo un mensaje de la princesa Zelda. �Conoces a Link? Un chico de verdes ropajes, alguna vez visit� tu tienda creo.

-Y no solo eso. Est� aqu� en T�rmina-ri� fuerte-. Est� cumpliendo una misi�n para m�.

Adriel se extra��.

-�Qu� tipo de misi�n?

-Recuperar una antigua y poderosa m�scara. Me la rob� un duende en los bosques perdidos. Tiene un gran poder y en malas manos, puede causar grandes desastres.

Las piezas volv�an a encajar en su cabeza. Recordaba ahora las palabras de Garo: "Parece ser que un ser hab�a robado un misterioso poder que hizo que la luna se precipitase sobre T�rmina y maldijo cada una de las zonas de esta tierra para encerrar a los esp�ritus protectores". Ese poder era una m�scara del vendedor. M�s piezas encajaban.

-Ya veo.

-�Qu� dec�as de un mensaje?-increp� el vendedor.

-Ah, s�. La princesa Zelda dice que me entregues la m�scara del Gigante. Dice que ha visto que Link morir� en menos de veinticuatro horas y que s�lo esa m�scara puede salvarle, y que te lo pagar� cuando vuelva a Hyrule. Y como prueba, te ense�o el tesoro de la Familia Real, la Ocarina del Tiempo.

Dijo todo ello de carrerilla, con lo cual el feliz vendedor tard� un poco en asimilarlo.

-��Qu�?!-grit� furioso-. �Si ese chico muere, las desgracias ser�n terribles!�Hay que ayudarle!�Har� lo que haga falta! S�, tengo la m�scara.

El hombre gesticulaba y hac�a muecas exageradas de enfado, cosa que asust� un poco a Adriel, pero pronto la excentricidad de aquella persona se hizo normal.

-Me alegra oir eso.

-Aqu� tienes.

El vendedor rebusc� un poco en su mochila y le tendi� una m�scara de madera, de apariencia tribal, de un color gris�ceo.

-Muchas gracias, no sabes el bien que est�s haciendo.

-Si, lo s�. Hay que solucionar este rev�s del destino y tu has sido el elegido para ello-solt� calm�ndose de pronto-. Creo en tus fuerzas... creo... Ve y haz lo que tengas que hacer para que los engranajes vuelvan a la normalidad.

-As� lo har�.

Y diciendo esto, desapareci� por la puerta. Adriel no se equivocaba. Apareci� en medio de una gran ciudad, algo pintoresca, extra�a, viva, pero extra�amente parecida a la ciudadela de Hyrule. El edificio m�s alto y al parecer el m�s importante, era aquel por el que hab�a salido: una torre bastante alta, de piedra, con un gran reloj de madera. Le hubiera encantado quedarse a explorar el lugar, sobretodo por que, por alg�n motivo, las personas que all� habtiaban le resultaban extra�amente familiar. Pero si quer�a salvarlos, deb�a darse prisa, pues el tiempo iba en su contra m�s que nunca. La ciudad, rodeada de murallas, ten�a una salida en el lado este vigilada por un soldado parecido a los hylianos, y desapareci� por ella. Ya hab�a estado all�, pero el lugar ahora era irreconocible. Se par� unos instantes para asimilar todo aquello. Era maravilloso. Las llanuras, las blancas monta�as, los verdes bosques, el oc�ano, pac�fico y azulado... y una gran roca de mirada mal�vola haciendo sombra a la ciudad, amenazante. As� que esa era la luna. Sent�a que pod�a tocarla si se acercaba un poco. Estaba realmente cerca, muy cerca, pod�a ver varios agujeros en su superficie, y una expresi�n de horror en ella. En apenas un d�a caer�a, destruy�ndolo todo si no salvaba la vida a Link. Deb�a correr sin perder tiempo. Pero los obst�culos se acrecentaron en este camino.de forma notable. Las rocas eran m�s s�lidas y extra�as criaturas poblaban el lugar e intentaron detenerle. Mientras las esquiviaba a toda velocidad, agobiado por la falta de tiempo, temi� encontrarse con aquel al que deb�a salvar y provocar algun desbarajuste temporal. Pero consigui� llegar al r�o sin que eso ocurriese.

Escalar el ca��n era tambi�n complicado. Una cascada ca�a por una de sus paredes y, en el r�o, algunas criaturas trataron de detenerle. Le estaba costando demasiado, Link llegar�a en breve. O tal vez ya estaba all�, no lo sab�a. Una vez hubo salvado este obst�culo, se encontr� que el lugar donde estaba la entrada a la torre de piedra estaba muy cambiado. No s�lo la torre estaba completa. En el lugar, hab�a una casa enmedio, una casa con una especie de instrumento musical que sonaba. Era una melod�a que cubr�a todo el paraje y que sonaba pac�fica y tranquila. Y entonces lo vio. Un chico de verdes ropajes estaba entrando en dicha casa. Las palabras del Garo resonaron de nuevo: "Anduvo por aqu� ayudando a un padre y a su hija que viv�an aqu� en una casa". Eso le alivi�, pues quer�a decir que a�n estar�a un poco ocupado. Sin m�s dilaci�n y, sin saber de donde sacaba las fuerzas, entr� en la torre de piedra. �sta ten�a un extra�o dise�o. Estaba abierta por el techo, como si s�lo hubieran hecho las paredes. Desde all�, pudo ver la entrada del templo, en lo alto. El camino era m�s accesible, aunque deb�a tener cuidado para no caer al vac�o una vez hubiera ascendido un poco. La tierra temblaba de vez en cuando, por las sacudidas que provocaba la fuerza atrayente de la luna. Cuando lleg� arriba, vi a Link utilizar un gancho para avanzar m�s r�pido, muchos pisos por debajo de �l. Mierda, deb�a darse prisa. Y a�n no sab�a ni como darle la Ocarina del Tiempo.

El interior del templo estaba iluminado y la sensaci�n de oscuridad, el olor a sangre, era m�s intenso contra todo pron�stico. La forma de su interior era redondeada y varias puertas franqueaban la habitaci�n. Esta vez jugaba con ventaja. Sab�a por d�nde iba a pasar el H�roe del Tiempo para llegar hasta el desierto donde deb�a enfrentarse al ciempi�s gigante, o lo que fuese. Mientras la desesperaci�n y el cansancio se apoderaban de �l, sorte� algunas de las trampas del templo y evadi� a algunos esp�ritus que intentaron bloquearle como pudo hasta llegar al agujero por el que pudo ver ya el desierto.

-�D�nde pongo yo ahora la m�scara esta?-se pregunt� respirando con dificultad. Las piernas le temblaban, acompa�ando a la tierra que ten�a debajo de �l.

Una de las puertas conduc�an a una parte exterior del templo, muy cerca de la zona del desierto. All� hab�a un cofre vac�o, con algunas rupias en su interior. Posiblemente, de alg�n saqueo. Vaci� el cofre y coloc� all� la m�scara del Gigante, bien visible. Los pasos de Link se acercaban al lugar. Estaba en la parte exterior del templo. Si saltaba, podr�a volver a la entrada si ten�a un poco de cuidado. Pero a�n quedaba la Ocarina. Sin pensar mucho, la lanz� a trav�s del agujero. Pudo o�r como golpeaba suavemente la arena. Y entonces, entr�. Adriel se sobresalt� y, como pudo, salt� y se escondi� peg�ndose a la pared exterior del templo. Oy� como abr�a el cofre y cog�a la m�scara.

-Creo que esa m�scara te permite hacerte gigante-inform� una voz femenina, algo aguda-. Qu� raro, me pareci� v�rsela al vendedor de m�scaras.

-Esa es la voz femenina de mis sue�os...-susurr� para s� mismo.

-Ser� �til, espero-suspir� Link, saliendo de la sala con un severo portazo.

Adriel suspir� aliviado. Lo hab�a conseguido, acosta de sus fuerzas, pero por fin hab�a logrado su cometido. No pod�a cre�rselo. Busc� la manera de salir del templo desde la pared exterior. Pod�a ver toda la torre de piedra que hab�a escalado desde all�, tan s�lo ten�a que escalar con cuidado la pared. Y los engranajes del destino volvieron a girar hasta su posici�n correcta, coincidiendo un un gran temblor de tierra. La ca�da no fue suave como cuando lleg� a T�rmina. El miedo no fue tan intenso como cuando empez�. Y el final tampoco hab�a resultado como cre�a. El destino es como un reloj que hay que poner en hora, eso lo hab�a aprendido del vendedor de m�scaras. No hay que jugar con el tiempo, eso lo hab�a aprendido de Zelda. Hay que sacrificarse para ser un h�roe, eso lo hab�a aprendido gracias al destino. Y eso mismo hab�a hecho. Dio gracias a las diosas justo antes de que su cuerpo chocase contra la dura piedra, tras m�s de cincuenta metros de ca�da. Los engranajes hab�an girado por �ltima vez. Una voz reson� en su cabeza: "Te has encontrado con un terrible destino, �verdad?"
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MensajePublicado: Vie Mar 27, 2009 8:14 pm    T�tulo del mensaje: Responder citando

Cap�tulo 10 El Amanecer de un nuevo d�a


En esa misma tierra maldita por siempre, precisos momentos antes, el destino de todos los seres estaba siendo decidido por un joven h�roe. Un joven h�roe que luchaba por cambiar las cosas, por cambiarlo todo. Porque la tierra en la

que se encontraba tornase de nuevo por el buen camino, por el rumbo adecuado, hacia un nuevo futuro. Bland�a su espada como si formara parte de su mismo brazo. Su pericia, habilidad y valor no conoc�an l�mites. Bajo sus acciones,

muchos malvados hab�an ca�do tiempo atr�s y su valor hab�a sido reconocido por las mismas diosas de su mundo. En su mano izquierda, brillaba un s�mbolo consistente en un tres tri�ngulos dorados, unidos de tal forma que

compon�an uno m�s grande, s�mbolo de que era alguien entre todos, algo que ya hab�a demostrado en el pasado. Agotado, con la cara cubierta de sangre y sus verdes ropajes rasgados, no se rend�a tan f�cilmente y, aunque

su enemigo lo superase en diez veces su tama�o, luchar�a hasta el final. En la basta arena de lo que parec�a un desierto, hundido casi hasta las rodillas, esperaba, fatigado, con la vista nublada, a que apareciese. Y, finalmente, con un gran estruendo, lo hizo. Un gigante monstruo, semejante a un ciempi�s de colores verdes, rojizos y marrones, con tres grandes ojos en la cabeza y unas poderosas tenazas a modo de boca, emergi�, provocando una nube de arena que ceg�

al joven a�n m�s, si cabe.

-�Link!-grit� desde la desesperaci�n m�s profunda una voz femenina. Era lo m�s que pod�a hacer. La joven hada miraba impotente como su compa�ero de aventuras estaba apunto de ser devorado por su enemigo, el cual le superaba en pr�cticamente todo-. �Por los gigantes, ahora, ponte la m�scara!

La voz retumb� vagamente en su cabeza. La m�scara del Gigante. La tierra tembl� bajo sus pies. El amanecer del d�a final se acercaba. Quiso hacer caso a su compa�era, pero los dedos apenas le respond�an.

Solt� su escudo, empapado de sudor y sangre, y desu�s su espada. Con todas sus fuerzas, se lanz� hacia atr�s para esquivar la embestida de aquel insecto gigante, con sorprendente �xito, y cay� al suelo. El monstruo le observ� con furia

y se alz� sobre sus patas traseras, prepar�ndose para el ataque final. �l ya no pod�a levantarse. Con la boca llena de arena, asfixiado y al l�mite de sus fuerzas, extrajo de uno de sus bolsillos la m�scara y se la coloc�. En apenas un instante, su cuerpo creci� a una velocidad vertiginosa. La gigante criatura ahora no era mucho m�s alta que �l, incluso pod�a cogerla con las manos. La bestia, sorprendida, detuvo su embestida y, con su �ltimo aliento, el h�roe rode� con sus sucios dedos la empu�adura de su ensangrentada espada y cort� la cabeza limpiamente de su enemigo. Tras esto, cay� al suelo, perdiendo el conocimiento.

-�Link!-grit� el hada de nuevo-. �No puedo creerlo!�Lo has conseguido!�Has liberado al �ltimo gigante!�R�pido, toca la Ocarina y teleport�monos a la Ciudad del Reloj!

Inquieta, el hada rebusc� en los bolsillos del chico de los verdes ropajes al ver que �ste no ten�a fuerzas para moverse, pero el instrumento no apareci�. A�n m�s nerviosa, comenz� a buscar, hasta encontrarlo algunos metros m�s all� semienterrado.

-Debi� caersete durante la lucha. �Deprisa, vamos!

Recuper�ndose ya, aunque muy lentamente, el joven toc� una suave melod�a y, en un abrir y cerrar de ojos, ya hab�an desaparecido de all�.

Cientos de ojos observaban el fin de los tiempos como quien presencia el fin de una obra teatral que parec�a interminable, como el m�ximo exponente de una resignaci�n ante un arte que no quieren ver terminar pero que, por fin,

desaparece tras el tel�n, en silencio. Esta vez no habr�n aplausos, ni siquiera algo parecido a alegr�a o tristeza. Conchas sin vida, pr�ximas a la destrucci�n que se cern�a sobre sus cabezas, sin posibilidad alguna de evitarlo.

Algunos esperaban un milagro, otros a�n permanec�an esc�pticos, otros se resignaban. Pero lo que no sab�an es que lo que rondara por sus mentes ten�a exactamente la misma importancia que lo que pensase cualquier insecto

en ese instante. Solo les quedaba aguardar hasta que, finalmente, sucedi�. Pero las fuerzas sobrenaturales de las grandes deidades de aquella tierra no fallar�an en su momento m�s crucial, donde el destino del mundo estaba en juego,

donde el trabajo y esfuerzo de todos los seres que la habitaban lo hab�an dado todo por ellos para que evitaran la gran masacre. Dieron todas sus energ�as, pusieron todo su empe�o y, finalmente, todo se detuvo. La destrucci�n hab�a sido detenida a escasos metros de producirse. Sin poder creerlo, las conchas vac�as, las almas pr�ximas a la muerte, volv�an a la vida, y la alegr�a tornaba a los corazones de la gente. En el interior de la gran explosi�n llameante, un joven luchaba contra el demonio que hab�a desencadenado el desbarajuste de los engranajes del destino y hab�a tratado de acabar con aquel mundo pac�fico y sencillo. La espada justiciera del caballero verde, desempe�� su funci�n, acabando con aquel esp�ritu demon�aco, para que los esp�ritus, las fuerzas protectoras del bien, retornasen el mundo a la normalidad. Y entonces, el sol hizo acto de aparici�n, acompa�ado del sonido del gallo, dando luz a un nuevo d�a lleno de vida.
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